viernes, 13 de mayo de 2011

El enfoque gestáltico en la psicoterapia institucionalizada Primera parte


Artículo publicado en la revista Opción Médica del mes de abril

Como prometí en mi artículo del número anterior acerca de la atención psicoterapéutica en las Instituciones de Asistencia Médica Colectiva en el marco del Sistema Nacional Integrado de Salud, quiero en esta oportunidad detenerme específicamente en tratar de demostrar por qué considero que la Psicoterapia Gestáltica es un abordaje por demás eficaz en un encuadre como el que se plantea en una atención de este tipo.
Como también expresé en el artículo anterior, la atención psicoterapéutica tal como está planteada, el menos en la Institución a la que pertenezco y como parece ser el modelo que comenzará a regir a partir de la implementación del nuevo Plan de Salud Mental del MSP, implica un abordaje de tiempo definido, 24 sesiones en nuestro caso, que significa una diferencia fundamental con la psicoterapia tradicional que aplicamos en nuestros consultorios donde no hay un límite temporal y por lo tanto, paciente y terapeuta saben cuándo comienza el tratamiento pero no cuando termina. En este encuadre sabemos que tenemos un número máximo de sesiones para trabajar y eso implica la necesidad de un trabajo eminentemente focalizado, orientado a objetivos definidos y una economía de recursos terapéuticos mucho más afinada.
Ya en mi artículo del mes de noviembre pasado acerca de mi experiencia con el abordaje gestáltico en el tratamiento para la cesación del consumo de tabaco, también éste un encuadre de tiempo limitado con objetivos bien delimitados, intenté hacer un resumen de los aspectos fundamentales de la Psicoterapia Gestáltica que trataré de profundizar un poco más en este espacio.
Al igual que en las demás corrientes de la Psicología que integran la que se ha dado en llamar Tercera fuerza o Movimiento del Potencial Humano, en la Psicoterapia Gestáltica creemos en que, como decía Erik Berne, fundador del Análisis Transaccional, las personas nacen OK, es decir, creemos que todas las personas nacen con una vocación natural a la salud que se traduce en una tendencia natural al desarrollo, la autorregulación y la autorrealización. Que muchas veces las transacciones que la persona realiza con el ambiente en su transitar por la vida, van obstaculizando y desviando hasta generar, en muchos casos, un verdadero estrangulamiento de esa vocación natural hacia la integración y la armonía que se traduce en la patología. Un breve y simple ejemplo. El niño nace con una vocación natural a expresar lo que siente, por lo tanto, cuando siente dolor, llora. Al principio esto es incluso muy útil para los padres porque les permite saber cuando a su hijo le pasa algo. Sin embargo, a medida que va creciendo esto comienza a cambiar, al punto que a determinadas edades, ese llanto deja de ser bien visto y así observamos, si, aún hoy, en pleno siglo XXI, padres que dicen a sus hijos “no llores, no seas maricón”, “los hombres no lloran”. Y si ese mandato viene de una figura tan importante para el niño como es su padre, obviamente lo que el niño asume es que debe reprimir y renunciar a esa necesidad natural y así es como, cuando sea un hombre, ese niño llegará a nuestros consultorios como una persona con serias dificultades para expresar lo que siente.
Fritz Perls, el fundador de nuestra Corriente, describía la tendencia actualizante como la capacidad de los organismos de desarrollarse y convertirse en la mejor versión de sí mismos. Un ejemplo, un pichón de águila se actualiza volando a gran altura, teniendo una visión sumamente aguda, siendo un eximio cazador. A nadie se le ocurriría pensar en ese pichón pretendiendo realizarse nadando como un pez o al cachorro de león pretendiendo volar como el águila. Solo en nuestras fábulas y fantasías proyectamos nuestros anhelos y Dumbo puede volar. Sin embargo los seres humanos sí pretendemos torcer esa tendencia y así nos exigimos a nosotros mismos o le exigimos a nuestros hijos, ser algo distinto a aquello a lo que estamos llamados a ser generando de esa forma alienación e infelicidad.
Por lo tanto, la Psicoterapia Gestáltica se concibe como un proceso que apunta, a través del trabajo en el Aquí y ahora fenomenológico, a generar el darse cuenta que permita al paciente descubrir esos obstáculos, desentrañar el como y el para qué de los mismos y de esa forma, permitir el natural flujo de su tendencia actualizante. Y esto implica además y necesariamente, que los terapeutas gestálticos confiamos plenamente en el otro, en su potencial sanador, en que, como diría Steiner, “las personas en dificultades emocionales son seres humanos totales e inteligentes. Son capaces de comprender sus problemas y el proceso que las libera de ellos”, y así se lo trasmitimos a nuestros pacientes.
Y aquí ya nos encontramos con uno de los aspectos fundamentales de la Psicoterapia Gestáltica, su objetivo. El éxito, para nuestro enfoque, no está en la aceptación social ni en las relaciones interpersonales, sino en lograr una persona integrada, re-sensibilizada, que utilice su darse cuenta para lograr el mayor contacto posible con lo que siente y quiere, sea un participante activo de su vida y no un mero espectador de esta, responsable de sus conductas y por ende de los cambios de aquellas que lo alejan de su camino. En definitiva, que logre el auto-sostén, es decir que pueda pararse sobre sus propios pies, consciente de sus virtudes y sus potencialidades, pero también de sus defectos y de esta forma logre la auto-aceptación se actualice en pos de convertirse en la mejor versión posible de sí mismo.
Fritz Perls llama sí mismo al sistema de respuestas o contactos del organismo con el ambiente en cualquier momento, que viene con él desde el momento de su nacimiento. Por otra parte, define al ego como el sistema de identificación y alienación del organismo y se construye a través de las transacciones del organismo con el ambiente.
En la neurosis, el ego no logra identificarse con el sí mismo, aliena algunos de sus procesos mutilándolo y no permitiendo que sea este quien organiza las respuestas frente a las nuevas gestalts que van surgiendo.
Cuando una persona funciona correctamente, satisface sus necesidades contactando el ambiente con alguna conducta sensorio- motora, en términos gestálticos, una buena gestalt se configura cuando una necesidad emerge del fondo convirtiéndose en figura. Una vez que esa necesidad es satisfecha la gestalt se completa y pasa al fondo dando lugar a la irrupción de una nueva.
Joseph Zinker desarrolló el concepto de “Ciclo de la energía” para ejemplificar más claramente el desarrollo de la “buena gestalt” Según éste, cuando una necesidad emerge del fondo, lo primero que ocurre es la sensación. El segundo momento es el darse cuenta que se da cuando la persona hace consciente esa necesidad. Luego viene el momento conocido como de movilización de la energía. Es el momento en que la persona hace el inventario de los recursos con los que cuenta para intentar dar satisfacción a su necesidad. Es el momento donde se planifica la estrategia a seguir. El siguiente momento es el la acción, donde todos los recursos se ponen en movimiento y por lo tanto la persona toma contacto con su necesidad, siguiente momento del ciclo. Este es uno de los momentos más importantes del ciclo porque es donde se pone en juego la “habilidad para responder”. Esta es además la fase del ciclo donde queda en evidencia si el darse cuenta fue el correcto, si la estrategia planificada en la movilización de la energía fue acertada y si la acción emprendida fue eficaz.
Luego del contacto viene la fase de retirada. Una vez que la persona logra satisfacer su necesidad la gestalt se completa y se retira para dar lugar a una nueva.
En la neurosis el flujo de este ciclo es bloqueado en alguno de esos momentos impidiendo que las gestalts se completen generando situaciones inconclusas que claman por atención consumiendo energía por lo que gran parte del trabajo consiste en detectar esos bloqueos a través del darse cuenta para removerlos y de esa forma recomponer el natural flujo. Como dijera Perls, “la cura no es un producto terminado, sino una persona que ha aprendido a desarrollar el darse cuenta que necesita para solucionar sus propios problemas”
Ahora bien, ¿cómo logramos todo esto? y sobretodo ¿cómo logramos algo de esto en las 24 sesiones que nos permite la atención institucionalizada?
El primer aspecto a tener en cuenta tiene que ver con el encuadre. En la Psicoterapia Gestáltica trabajamos con un modelo dialogal, horizontal, cara a cara, generando un vínculo del tipo “Yo-Tú – Aquí y Ahora” de Marín Buber donde paciente y terapeuta asumen el compromiso común de trabajar codo con codo en pos de los objetivos que se acuerdan en el “contrato terapéutico. En la terapia gestáltica, el terapeuta tiene claro que no es él el que cura sino que es alguien que pone toda su formación y conocimientos al servicio de ese compromiso que asume con la persona que tiene adelante en un modelo que se asemeja mucho al concepto etimológico de rol, terapeuta viene del griego therapeutes y quiere decir persona que colabora en el proceso curativo, que implica además una actitud dispuesta y abierta frente a la realidad a la que se enfrenta.  Como dice Gary Yontef, “la esencia de la terapia gestáltica es la integración de un compromiso persona-a-persona con una competencia técnico-clínica general. Y esto es válido al margen de la modalidad o tipo de paciente”
Esto implica que el paciente es un participante activo y responsable del proceso terapéutico y por lo tanto de sus conductas, de los cambios que quiera realizar y del trabajo para generar esos cambios. Y el rol del terapeuta gestáltico es el de ser un observador-participante en ese proceso. Como diría Perls, “los terapeutas no podemos hacer nada que no sea proporcionar la oportunidad, estando disponibles como catalizadores y pantalla de proyección”. En este encuadre, el terapeuta debe manejarse en el sutil equilibrio que significa apoyar al paciente en su proceso de darse cuenta y de cambio y frustrar todo intento de manipulación que apunte a evadir la responsabilidad o intentar colocarla fuera de él. En suma, el terapeuta se percibe como “un observador de la conducta en curso y como un guía para el aprendizaje fenomenológico de paciente” (Yontef)