lunes, 22 de noviembre de 2010

GESTALT Y TABAQUISMO Aportes de la Psicoterapia Gestáltica al tratamiento para la cesación del consumo de tabaco


Artículo publicado en el número del mes de diciembre 2010 de la revista Opción Médica

Al tiempo de escribir esto hace ya nueve años que integro la Policlínica de Tabaquismo de Médica Uruguaya Corporación de Asistencia Médica y diecisiete desde que me post gradué como psicoterapeuta gestáltico, por lo que creo es tiempo de intentar llevar al papel las razones por las que considero que nuestra propuesta terapéutica es una herramienta por demás válida para enfrentar a la que está considerada una de las peores adicciones.

Creo de orden comenzar haciendo una breve introducción a este abordaje psicoterapéutico.

Nacida en los años 50´ de la mano de Fritz y Laura Perls, la Psicoterapia Gestáltica se ubica en la llamada “tercera vía” dentro de la Psicología y que engloba a las corrientes de corte humanista como la Logoterapia de Víctor Frankl, el Análisis Transaccional de Eric Berne o la Orientación Centrada en la Persona de Carl Rogers, por nombrar tres de las más significativas, diferenciándose de esa forma de las otras dos vías hasta entonces predominantes, el Psicoanálisis y las corrientes de corte analítico y la Terapia del Comportamiento y las escuelas de corte cognitivo-comportamentales.

Con una fuerte raigambre fenomenológico – existencialista, la Psicoterapia Gestáltica toma conceptos desarrollados por la Psicología de la Gestalt, escuela surgida a principios del siglo pasado como una rama de la psicología experimental y que estudiaba los fenómenos de la percepción, y los aplica al campo psicoterapéutico. Así fue como las leyes de “figura – fondo”, de la “buena forma”, de que “el todo es más que la suma de las partes” o de que “cualquier modificación en alguna de las partes afecta al todo”, entre otros, abandonaron los fríos laboratorios de los psicólogos experimentales para alojarse en los consultorios de los psicoterapeutas gestálticos.

La Psicoterapia Gestáltica es un abordaje holístico que trata de ver a la persona como una totalidad, donde ninguna parte es más fundamental que otra y donde es la interrelación entre las mismas lo que le da identidad y coherencia, por lo que la integración mente- cuerpo-emociones se convierte en un aspecto prioritario en la búsqueda del desarrollo integral de la personalidad.

Como abordaje esencialmente fenomenológico, la Psicoterapia Gestáltica se centra en el aquí y ahora, en el entendido que el presente es el único tiempo real dado que el pasado ya pasó y no hay forma de modificarlo y el futuro es algo a construir, por lo que no deja de ser una ilusión, que además, dependerá inevitablemente de cómo sea el presente.

El trabajar centrado en la actualidad del paciente no implica desconocer su historia sino integrarla, asumirla y de esa forma “cerrar” las situaciones inconclusas que se puedan arrastrar y así liberar la energía en ellas enquistada.

Centrarnos en el aquí y ahora implica también poner el énfasis no en el “porque” sino en el “como” y el “para que”, y eso es lo que realmente permite los cambios sustentables.

La Psicoterapia Gestáltica propone un modelo dialogal, horizontal, donde el paciente no siente que concurre a un lugar donde va a encontrar todas las respuestas, sino que asume que él es el dueño de su proceso y es en ese vínculo que desarrolla con el terapeuta donde encuentra el ámbito propicio para encontrar las respuestas, que siempre serán suyas, que le permitan crecer y evolucionar como persona. En este enfoque, el paciente asume, junto con el terapeuta, la responsabilidad del proceso, lo que genera un compromiso mucho más profundo con el mismo.

El objetivo último de la Psicoterapia Gestáltica no es la cura sino el auto sostén, que la persona adquiera un grado de evolución y auto conocimiento que le permita ser la mejor versión de si mismo, conocer sus potencialidades y también sus carencias, asumirlas, integrarlas y de esa forma poder pararse sobre sus propios pies y asumir la responsabilidad absoluta sobre su vida, entendiendo responsabilidad en el sentido que etimológicamente tiene, es decir, “habilidad para responder”. Por eso en este abordaje trabajamos con un encuadre dialogal, horizontal, donde terapeuta y paciente se comprometen a la par a trabajar en la búsqueda de los objetivos acordados.

Ahora bien, ¿cómo se aplica todo esto en un tratamiento de cesación del consumo de tabaco?

Para comenzar creo muy importante destacar que este tratamiento, al menos como desde mi punto de vista, cumple con todas las características de una psicoterapia breve – focalizada. Breve porque obviamente este es un tratamiento acotado en el tiempo, en mi experiencia dura pro medialmente unos tres meses a cuatro meses con consultas semanales al comienzo que pasamos a una frecuencia quincenal cuando la persona está en la etapa de consolidación de su abstinencia. Y focal porque es una terapia con un objetivo definido, la cesación del consumo, que es contratado con el paciente. Pero además, como en toda psicoterapia, en este caso es de vital importancia para alcanzar el éxito, que se genere un verdadero cambio psíquico que viabilice el que los resultados sean sostenibles en el tiempo. No debemos olvidarnos que, como toda adicción, al tabaquismo se lo define como una enfermedad crónica recidivante, es decir, sin importar cuanto lleve la persona en abstinencia, siempre persistirá una vulnerabilidad a la recaída por lo que el cambio psíquico es fundamental si queremos resultados duraderos.

En este abordaje es de fundamental importancia tener una visión holística, no ver solo la parte, sino ver el problema dentro de la totalidad de la persona y su entorno. Creo que flaco favor le haríamos a quién llega solicitando nuestra ayuda, si lo viéramos solo como un fumador, aislado de su contexto. Es muy importante conocer al paciente y su circunstancia. En muchos casos el éxito del tratamiento depende de que podamos detectar situaciones vitales que inciden directamente en la actitud o disposición que el paciente pueda tener a la hora de encarar la cesación. Obviamente el tiempo que dura este tipo de tratamiento no permite un abordaje muy profundo y si bien por lo general el continentar estas situaciones excede los límites del mismo, al menos podemos ayudar a la persona a tomar conciencia de ello, realizar algún tipo de intervención puntual u orientar a la persona hacia otro tipo de consulta y ayudarla a construir una futura demanda.

También es muy importante conocer el entorno en que se mueve el paciente, si convive con otros fumadores o si por el contrario lo hace con “militantes anti tabaco”. Muchas veces tanto unos como otros dificultan el trabajo poniendo obstáculos que sabotean el proceso. He observado en estos años más de un caso en que la pareja fumadora de un/a paciente comienza a fumar más cantidad que antes, o dejan cigarrillos al “descuido” en lugares donde antes no lo hacía, o incluso incitan a nuestro paciente a volver a fumar. Por otra parte, muchas veces los pacientes se sienten sumamente presionados por los miembros de su entorno no fumadores, muchos de los cuales, por no haber fumado nunca o por haberlo olvidado, no comprenden por lo que la persona está pasando generando conductas como fumar a escondidas o mentir sobre la cantidad que están fumando, que a la postre también son contraproducentes porque a las dificultades que plantea la abstinencia se le agrega la culpa que estas conductas generan. Además, sabido es que por lo general, la presión genera una reacción en sentido contrario, el fumador que se siente presionado termina fumando más en respuesta a la presión que siente.

Por todo esto es que resulta fundamental que el paciente se sienta apoyado por nosotros, pero además que comparta su decisión de dejar con su entorno, dejando claro que esta es una decisión personal, que no implica que los demás tengan que compartirla pero que merece comprensión, respeto y apoyo. Cuando esto se logra, la persona se siente mucho mejor consigo mismo y con los demás, a la vez que refuerza su decisión y su compromiso con ella.

En la Psicoterapia Gestáltica hacemos especial énfasis en el “darse cuenta”, en que la persona tome conciencia de lo que ocurre, como decía más arriba, de “como” funciona y de “para que” le sirve funciona de esa forma. Creemos que sin “darse cuenta” no hay posibilidad de cambio dado que si la persona no concientiza su problemática y con ello su necesidad de corregir el aspecto de su vida que le impide estar bien, todo lo que su entorno o nosotros podamos decirle será vivido como ajeno y, por lo tanto, existe una alta probabilidad de que lo rechace.

El problema del tabaquismo no es ajeno a esto. En todos estos años he observado que aquellos pacientes que vienen a nuestra clínica porque son enviados por sus médicos tratantes o por presiones familiares pero que no han tomado conciencia de su adicción, generalmente acuden a la primer consulta “para cumplir” y no vuelven más, o no logran el compromiso mínimo indispensable con el tratamiento por lo que las posibilidades de éxito son remotas.

Un aspecto muy importante a tener en cuenta a la hora de abordar el tratamiento desde la perspectiva de este enfoque, tiene que ver con una de las leyes fundamentales de la Psicología de la Gestalt, la ley de Figura-fondo. Según ella, no es posible atender a la vez a la figura y al fondo. En el ejemplo clásico de la imagen en la que podemos ver de forma alternada, o dos rostros de frente o una copa, si atendemos a los dos rostros de perfil (figura), no podemos ver la copa que pasa a ser el fondo y viceversa. Es imposible observar ambas figuras a la vez. Es más, si intentamos hacerlo, nuestra atención se dispersa y corremos el riesgo de no atender a ninguna.

Por esto es muy importante detectar si el paciente está con su energía disponible para enfrentar el importante desafío que representa el comenzar un tratamiento de cesación. Muchas veces vienen personas que están transitando situaciones vitales complicadas o pretenden realizar concomitantemente otros tratamientos que implican un esfuerzo considerable como por ejemplo dietas, cesaciones de otros consumos, etc., en esos casos, salvo que observemos en el paciente una disposición muy grande hacia nuestro tratamiento, les recomendamos decidirse por uno a la vez.

Uno de los principales constructos teóricos de la Psicoterapia Gestáltica es el llamado “ciclo de la energía”o “excitación-contacto-retirada”, que fuera desarrollado por el gestaltísta estadounidense Joseph Zinker. Según él, en el primer momento aparece la sensación, que es exclusivamente sensitiva y donde no interviene la conciencia, en el segundo momento aparece el darse cuenta, donde la persona toma conciencia de lo que siente. Este es un momento muy importante porque es donde se queda mucha gente y muchas corrientes dentro de la Psicología. Aquí es donde aparecen frases tales como “tengo claro lo que me pasa pero no sé como cambiarlo” y por lo tanto las intelectualizaciones, construimos teorías estupendas acerca de lo que nos ocurre pero no logramos salir de ello terminando muchas veces en una especie de conformismo que nos impide asumir la responsabilidad de los cambios que necesitamos hacer en nuestra vida.

Pero volvamos al ciclo de la energía. Luego del darse cuenta viene el momento conocido como de movilización de la energía. Es el momento en que la persona hace el inventario de los recursos con los que cuenta para intentar dar satisfacción a su necesidad. Es el momento donde se planifica la estrategia a seguir. En otros enfoques sobre el tabaquismo, esta fase correspondería a la etapa de contemplación. El siguiente momento es el la acción, donde todos los recursos se ponen en movimiento y por lo tanto la persona toma contacto con su necesidad, siguiente momento del ciclo. Este es uno de los momentos más importantes del ciclo porque es donde se pone en juego la “habilidad para responder”. Esta es además la fase del ciclo donde queda en evidencia si el darse cuenta fue el correcto, si la estrategia planificada en la movilización de la energía fue acertada y si la acción emprendida fue eficaz.

Luego del contacto viene la fase de retirada. Una vez que la persona logra satisfacer su necesidad, resolver su problema, debe emprender la retirada. Esta etapa del ciclo es muy importante porque si la persona no logra “soltar” la situación puede darse lo que llamamos “gestalts abiertas” o “situaciones inconclusas”, verdaderas “agonías eternas” que impiden seguir adelante y completar el ciclo. Esto ocurre con la última fase, el cierre, donde la figura se completa y por lo tanto puede ir hacia el fondo y dejar la energía disponible para que pueda emerger una nueva.

Este ciclo excitación-contacto-retirada, funciona en todo cuanto hacemos. Basta observar cualquier actividad que realizamos para satisfacer una necesidad para observar que esto es así. Un simple ejemplo para ilustrarlo, cuando tenemos hambre, sentimos una sensación de vacío en nuestro estómago que poco a poco se va convirtiendo en malestar. Cuando nos damos cuenta de ello, concientizamos nuestra necesidad. Acto seguido movilizamos nuestra energía, visualizamos que podemos hacer, donde tenemos algo que nos permita saciar esa necesidad. El siguiente paso es la acción, vamos a la heladera o a donde sea que podamos procurarnos alimento. Una vez que lo obtenemos entramos en contacto con el, lo ingerimos y con eso calmamos nuestro hambre, nuestra necesidad. Existen ocasiones en que a pesar de haber logrado la satisfacción, igual seguimos comiendo, a veces incluso más allá de lo aconsejable, de lo saludable. Son los clásicos “atracones”. Lo correcto es que una vez saciado nuestra hambre podamos retirarnos, cerrar la gestalt y permitir que una nueva sensación pueda emerger.

En nuestro tratamiento, hacemos mucho énfasis en que el paciente descubra como es que funciona él como fumador, que aprenda a diferenciar que cigarrillos necesita, cuales fuma por placer y cuales son aquellos cigarrillos que podemos definir como automáticos, aquellos cigarrillos que fuma sin ni siquiera tener conciencia de ello. Esto es muy importante a la hora de realizar la estrategia a seguir. También es muy importante que la persona preste atención a que ocurre cuando fuma, que es lo que siente en esos momentos, que puede desencadenar su deseo y que conductas están asociadas a su consumo. No nos olvidemos además que, como siempre que se establece una relación de dependencia, el fumador deposita en el cigarrillo múltiples afectos y así es como este se convierte en un amigo, una compañía, o un objeto asegurador, por lo que es fundamental trabajar en que la persona recupere para si todo aquello que ha proyectado en el cigarrillo.

El encarar el tratamiento como un proceso es muy importante porque permite que, a medida que la persona se va acercando al objetivo, va comenzando a experimentar cambios a nivel de su salud y su calidad de vida que van apuntalando su decisión a la vez que realiza cambios en sus conductas y condicionamientos. Y, tal vez lo más importante, se va demostrando a si mismo que puede. Y creo que aquí está el cambio psíquico más importante. Cuando el paciente llega a la consulta, por lo general trae a cuesta varios intentos fallidos lo cual de alguna forma le ha ido convenciendo que, si no imposible, al menos le va a ser muy difícil poder dejar, por eso, el ver que puede, el experimentar que logra estar en ámbitos donde antes fumaba, con otros fumadores, en situaciones donde hubiese consumido hasta más de la cuenta, sin tener que hacerlo, va generando un verdadero empoderamiento de la persona que, además de acercarlo al objetivo, mejora mucho su autoestima y la percepción de sí mismo, a la vez que lo compromete mucho más con el proceso y el cuidado de los logros que va obteniendo.

Para finalizar, una vez que la persona ha logrado un período de abstinencia que permita considerar que la misma se viene consolidando, es preciso trabajar el tema del cierre, en el sentido que planteaba más arriba, dado que el asumir la abstinencia implica un verdadero duelo que cumple con todas las características típicas de cualquier proceso de este tipo. No debemos olvidar que el fumar es la conducta más repetida en la vida del fumador promedio, lo cual no solo implica la naturalización de la misma, sino también que se asocie a prácticamente todo lo que hace la persona y además, a sus más variadas emociones, por lo que, dejar de fumar, además de ser, como dice la Organización Mundial la Salud, la decisión más trascendente en materia de salud que una persona puede tomar, implica un verdadero re aprendizaje que involucra toda su cotidianeidad.

jueves, 8 de julio de 2010

EL PREDADOR

Aquí les dejo un capítulo del libro. Si bien escribí esto hace ya más de seis años, creo mantiene toda su vigencia y decidí incluirlo en el blog porque creo guarda mucha relación con la entrada anterior. Espero les guste.

“Los chamanes del antiguo México descubrieron que tenemos un compañero de por vida -dijo de la manera más clara que pudo-. Tenemos un predador que vino desde las profundidades del cosmos y tomó control sobre nuestras vidas... Los chamanes creen que los predadores nos han dado nuestro sistema de creencias, nuestras ideas acerca del bien y del mal, nuestras costumbres sociales. Nos otorgaron la codicia, la mezquindad y la cobardía. Es el predador que nos hace complacientes, rutinarios y egomaníacos.

-¿Pero de qué manera pueden hacer esto, don Juan? -...Para mantenernos obedientes y dóciles y débiles, los predadores se involucraron en una maniobra estupenda (estupenda, por supuesto, desde el punto de vista del estratega). Una maniobra horrible desde el punto de vista de quien la sufre. ¡Nos dieron su mente, que se vuelve nuestra mente! A través de su mente, los predadores inyectan en la vida de los seres humanos lo que sea conveniente para ellos”.

Carlos Castaneda, “El lado activo del Infinito”

Según Don Juan, los chamanes pueden ver a los niños como bolas luminosas de energía, cubiertos de arriba a abajo con una capa brillante de conciencia. Ese es el alimento de los “predadores” que la consumen de forma tal que al llegar el ser humano a ser adulto solo queda de esa capa brillante una angosta franja que se eleva desde el suelo hasta por encima de los dedos de los pies. Esa franja permitiría al ser humano continuar vivo.

Según don Juan, los predadores necesitan, no solo mantenernos vivos, sino también seguir alimentándose y para ello nos otorgan problemas banales que generan “llamaradas de conciencia” que ellos fuerzan a crecer y de esa forma “nos mantienen vivos para alimentarse con las llamaradas energéticos de nuestras seudo-preocupaciones”.[1]

Hace un tiempo participé en un Seminario sobre Tabaquismo donde hubo una ponencia en la cual se habló de toda la manipulación que las tabacaleras hacen de la información que trasmiten a sus consumidores, de cómo, en los países como el nuestro, donde está prohibida la publicidad sobre el cigarrillo, esta gente se encarga de burlar esa prohibición echando mano a toda la creatividad de los publicistas que contratan. Cualquiera puede observar como los quioscos son decorados con los colores y las formas que son características de las distintas marcas de cigarrillos. Pero no solo es la información lo que manipulan. En esa ponencia también se habló de las formas como los químicos de esa industria logran hacer que los cigarrillos sean más adictivos a pesar de tener un menor nivel de nicotina, por ejemplo agregándoles amoníaco y modificando de esa forma el ph del humo, como quedó evidenciado en un famoso juicio que se realizó en Minnesota, Estados Unidos, cuyas actas están disponibles en internet y que diera lugar a la película “El Informante”, por la cual el actor Russell Crowe estuviera nominado al Oscar, premio que según se dijo allí, las tabacaleras se encargaron de evitar que recibiera. Pero claro, todo esto no está disponible para el común de la gente, los medios de comunicación, en los cuales la industria tabacalera invierte cifras astronómicas, se encargan muy bien de evitar que todo esto trascienda. Este es un ejemplo claro de un predador de los que habla Don Juan, se nutre de nuestro dinero y lo que es mucho peor aun, de nuestra salud. A través de la publicidad carga nuestra mente de imágenes que nos convencen de la necesidad de fumar para ser felices y tener una vida placentera y, a través de la manipulación, y yo diría prostitución, de un producto que para nuestras culturas autóctonas tiene un origen y una finalidad sagrada, logran generar una de las peores adicciones, sino la peor.

Pero estos no son los únicos predadores, cada vez existen en la televisión más programas de chismes que alimentan las mentes de quienes los ven de problemas banales para mantenerlas ocupadas y lejos de los temas que verdaderamente importan. Pan y circo, decía el emperador, esa es la forma de mantener a la gente contenta y dominada. ¿Cuántas veces hemos asistido a verdaderas cortinas de humo lanzadas por los gobernantes con la intención de desviar la atención de la gente? Y no importa aquí de qué sistema político hablemos, en todos ocurre.

¿Quién no ha comprado alguna vez algo solamente porque la publicidad le hizo pensar que debía tenerlo y luego se dio cuenta de que había sido engañado? La llamada “sociedad de consumo” y su principal arma, la publicidad, nos intenta convencer segundo a segundo de que no es posible vivir sin el último modelo de auto, o de computadora, o sin tal o cual electrodoméstico, o sin el cable, etcétera, etcétera, y entonces vemos a las personas trabajando horas y horas para lograr pagar las deudas que el “confort” les ha obligado a generar. Los “predadores” han logrado que la gente se reúna en torno al televisor y consuma todo lo que los medios le ofrecen sin siquiera criticarlo, y estos manipulan la información sin el menor escrúpulo para de esa forma generar en nosotros las reacciones que ellos o la clase dominante a quienes generalmente responden, deseen y de esa forma se alimentan de nuestra conciencia y de nuestras vidas.

Como dice don Juan, “el predador” vino de las profundidades, pero tal vez no del cosmos, como él dice, sino de las de nosotros mismos. Nosotros mismos somos ese predador, la especie humana en su conjunto se ha encargado de depredar este hermoso planeta en el que vive, sus bosques, sus mares, sus desiertos, el agujero en la capa de ozono, Hiroshima y Nagasaki, las ballenas y todos los demás animales extinguidos o en vías de por culpa de la mano criminal y su caza indiscriminada. Como decía más arriba, vivimos la terrible paradoja de que un planeta que tiene la mayor parte de su superficie cubierta de agua, se está quedando sin ella y las reservas acuíferas naturales están pasando a ser peligrosamente codiciadas. Somos la única especie que caza solo por deporte y no para alimentarse, que mata a sus crías aun antes de nacer, que llama a la pérdida innecesaria y criminal de vidas humanas “daños colaterales”. Vivimos en un planeta inmensamente rico pero donde todos los días mueren miles de niños de hambre. Naciones enteras sucumben ante la miseria y la hambruna mientras un solo hombre acumula riquezas que pagarían la deuda externa de varios países, y no hay solo uno.

Pero ¿cómo entender esto, que la misma especie que acunó la inconmensurable belleza de la obra de Mozart o Miguel Angel o tantos otros seres maravillosos, prohijara también las atrocidades de un Hitler, para nombrar el más representativo aunque, por desgracia no el único?. El Dr. Stanislav Grof, uno de los fundadores de la Psicología Transpersonal, tiene una teoría que tiene tanto de revolucionaria como de interesante. El sostiene que las explicaciones que hasta el momento ha intentado dar la ciencia tradicional, han sido poco convincentes y débiles. Según él, “la imagen del hombre como ‘mono indefenso’ que alberga instintos homicidas heredados de su pasado animal, no explica lo que el psicoanalista Erich Fromm denominó ‘agresión maligna’, que es exclusivamente humana.”[2] De la misma forma que el modelo biográfico tradicional encuentra serias dificultades en su intento de dar cuenta de la psicopatología individual, resulta por demás insuficiente al intentar explicar la psicopatología masiva de todas las atrocidades y aberraciones que el hombre ha cometido a lo largo de la historia. Como dice el Dr. Grof, “los traumas psicológicos asociados con experiencias que plasman nuestra psiquis después del nacimiento no son suficientes para explicar los horrores del nazismo, las atrocidades del régimen stalinista o la conducta monstruosa relacionada con el Apartheid”.[3] Solo cuando incluimos los aspectos perinatales y traspersonales que se observan en los estados no ordinarios de conciencia, todo esto de lo que venimos hablando pasa a ser más comprensible.

El Dr. Grof lleva más de 40 años investigando los estados no ordinarios de conciencia provocados en una primera instancia, a partir de experiencias con LSD pero que luego continuaron con una técnica creada por su esposa Cristina y él mismo, que dieron en llamar Respiración holotrópica y que consiste en una combinación de un modo de respiración más rápido y profundo del habitual, con música evocativa perteneciente a las más diversas culturas y un tipo específico de trabajo corporal. Como resultado de esas investigaciones, el Dr. Grof ha llegado a la innegable evidencia de que muchas de las condiciones que la psiquiatría tradicional considera patológicas o estrafalarias, son manifestaciones naturales de la dinámica profunda de la psiquis humana y a partir de allí, ha llegado a la conclusión de que el modelo utilizado hasta ahora por la psicología y la psiquiatría es insuficiente para dar cuenta de estos fenómenos. Como resultado de su trabajo ha desarrollado un modelo que permite una comprensión mucho más amplia del psiquismo y que incluye tres niveles o reinos, como él los ha dado en llamar. El primero es el nivel biográfico tradicional que contiene los aspectos estudiados por las distintas corrientes psicológicas y que hacen referencia a la primera y segunda infancia y a la vida posterior. El segundo nivel es el perinatal que incluye todas las experiencias relacionadas con la vida intrauterina y el trauma del nacimiento. Por último, el tercer nivel es el transpersonal, que va más allá de las coordenadas de espacio-tiempo y de nuestras fronteras corporales y de nuestro yo personal y que representa una conexión directa entre nuestra psiquis individual, el inconsciente colectivo y el universo entero.

Por lo tanto, los estudios del Dr. Grof llevan a la conclusión de que muchas emociones extremas pueden tener origen en la lucha de vida o muerte que lleva implícita el trauma del nacimiento y que, dado que este es un hecho que todos compartimos, tiene la capacidad de provocar aberraciones psicológicas masivas en las que una multitud de personas comparten una experiencia de tremenda furia inconsciente a la que contribuirían los arquetipos del inconsciente colectivo y su extraordinario poder para eliminar todas las fronteras individuales.

Por supuesto que todo este planteo no pretende desconocer que la guerra, por ejemplo, involucra factores no solo psicológicos sino también históricos, económicos, sociales y políticos. La idea es ampliar al máximo la conciencia incluyendo elementos que hasta ahora fueron dejados de lado, yo diría que de forma muy significativa.

Las investigaciones llevadas a cabo por la denominada Psicohistoria parecen coincidir con las observaciones realizadas de estados no ordinarios de conciencia, en que todos llevamos en las profundidades de nuestro inconsciente poderosas energías y emociones asociadas al trauma del nacimiento, que no hemos asimilado, y por lo tanto dominado adecuadamente. Cuando ese material es activado desde el interior o desencadenado por hechos del mundo exterior, puede producir extrañas psicopatologías individuales, incluida la violencia sin causa real aparente y que, cuando se producen simultáneamente en grandes cantidades de personas y son canalizadas por un líder, como Hitler por ejemplo, que también esté influido por las mismas energías perinatales y además posee el poder de manipular la conducta colectiva de una nación, lleven a la posibilidad de renegar de los sentimientos inaceptables y proyectarlos en una situación exterior en la cual el enemigo se convierte en el culpable del malestar colectivo y la guerra es la solución. A la luz de todos estos planteos, no sería mala idea tratar de trascender lo obvio para intentar aproximarnos a cuáles pueden ser las profundas motivaciones que estén influyendo en esta nueva escalada bélica de la que estamos siendo testigos y sobre la cual solo parece que existen explicaciones económicas o geo-políticas si nos atenemos exclusivamente a lo que los distintos medios de prensa nos ofrecen.

El Dr. Grof se pregunta si el fracaso de los diferentes esfuerzos por corregir el actual curso de los acontecimientos no se deberá a que ninguno de ellos toma en cuenta a la psiquis humana y el nivel evolutivo presente de nuestra conciencia, que, según él, representa el mayor obstáculo que enfrentamos como especie.

Vivimos en un mundo que tiene riquezas suficientes para asegurar un buen nivel de vida para todos y cada uno de sus habitantes, sin embargo miles de personas mueren de hambre diariamente. La ciencia moderna posee los conocimientos necesarios para desarrollar remedios eficaces para combatir cualquier tipo de enfermedad o fuentes de energía limpias y renovables. Sin embargo se produce un despilfarro cada vez más insensato de los recursos naturales, estamos contaminando nuestro mundo de forma irreversible y se dilapidan cantidades inimaginables de dinero, energía y recursos intelectuales en crear armamentos cada vez más sofisticados.

Todo parece indicar que vamos en una carrera desenfrenada hacia nuestra aniquilación y la de nuestro planeta.

Todos hemos sido testigos de cómo miles de millones de dólares fueron arrojados en forma de misiles sobre Irak matando todo lo que se interpusiera en su camino, y de cómo, para justificar ello, el presidente de la más grande potencia del mundo mentía flagrantemente a la ONU sin que eso tuviese la más mínima consecuencia para él. La excusa es la misma de siempre, “hay un tirano que es un peligro para la paz mundial y hay que destruirlo”, no importa si en el intento destruimos también a su país con todos sus habitantes dentro, tal vez ellos se lo merezcan por no “haberse dejado liberar”. El daño que esta nueva demostración de locura colectiva dejará es inconmensurable. Y no solo en Irak, Afganistán, la franja de Gaza, o donde sea, si algo se ha logrado con la globalización es que tomemos contacto directo con la idea de que, como partes del tejido de una red que somos, lo que allí ocurra nos afectará directamente, ya no podemos permanecer ajenos a ello. Y lo que es más aberrante aún, el desarrollo impresionante de las comunicaciones nos permite observar en tiempo real como los “carroñeros” de siempre se pelean para ver como se repartirán loa suculentos contratos que la “reconstrucción” de toda la destrucción que estás guerras dejaran.

Es realmente espeluznante, pero ¿qué nos puede extrañar, si ha sido la constante de toda la historia moderna? Tal vez la diferencia mayor este dada por el hecho de que los mismos avances tecnológicos que facilitan la precisión de sus misiles son los que nos permiten estar en contacto directo con todo lo que ocurre escapando muchas veces a su control. Los satélites nos permiten ver sus cadenas noticiosas a las que pueden manipular y censurar, pero también nos permiten ver a las del resto del mundo sobre las cuales no tienen control. La Internet, uno de sus inventos más maravillosos, se les ha escapado de las manos y nos permite estar conectados con todo el mundo como nunca antes, en toda la historia de la humanidad pudimos estarlo y esto implica un movimiento sin precedentes en nuestra visión del mundo, un verdadero impacto en nuestro “punto de encaje” que debe traer aparejada una verdadera revolución interior. Esta es nuestra única alternativa, dar un salto de proporciones sin precedentes en el proceso evolutivo de nuestra conciencia. Como dice el Dr. Grof, “no existen intervenciones externas que puedan crear un mundo mejor, a menos que vayan acompañadas por una profunda trasformación de la conciencia humana”.[4]

Porque no nos engañemos, todos somos en alguna medida responsables de lo que está pasando. Todos y cada uno de nosotros somos “predadores”. Lo somos de nuestros hijos cuando queremos que sean como a nosotros nos parece que deben ser y cuando les impedimos entrar en contacto con su propio poder y que de esa forma se tornen cada vez más autosuficientes e independientes, porque nos aterra renunciar a nuestra autoridad en cuanto poder de mandar y control sobre ellos. Lo somos de nuestros subordinados cuando pretendemos imponer una determinada forma de trabajar sin escuchar siquiera sus opiniones al respecto, lo somos de nuestras parejas cuando olvidamos que si somos “parejos” entonces debemos compartir por igual el poder en la relación de forma horizontal y no pretender imponernos, y lo somos con nosotros mismos cuando depredamos nuestros afectos, nuestro propio poder personal y nuestra autoridad porque ello implica asumir nuestra responsabilidad sin tener en cuenta que rehuir a ella implica depositarla en manos de quienes detentan el poder con el consiguiente riesgo que esto implica. En “Pertenecer al Universo”, Capra pone un ejemplo que deja bien en claro esto de lo que estoy hablando. El dice que “en el antiguo paradigma, el médico es la autoridad respecto de la salud del paciente, tiene el poder de decidir si estás sano o no y de qué hacer al respecto. En el nuevo paradigma, el médico actúa mucho más como un consejero y ayuda en el proceso de curación que es realmente organizado por el paciente. Es muy superior la responsabilidad individual en la salud y así poder y responsabilidad se hallan realmente integrados”.[5] Este ejemplo puede y debe ser aplicado a todos los aspectos de nuestra vida.

Por eso, un cambio profundo en nuestra conciencia, que nos permita reasumir nuestra autoridad y poder y por ende nuestra responsabilidad individual y colectiva, es lo único que puede permitir alentar la esperanza de tener un mundo mejor para legarle a las generaciones venideras.



[1] Carlos CASTANEDA, “El lado activo del Infinito”, págs. 280-281.

[2] Stanislav GROF, "La mente holotrópica", pág. 231.

[3] Stanislav GROF, “La mente holotrópica”, pág. 231

[4] Stanislav GROF, “La mente holotrópica”, pág. 240.

[5] Fritjof CAPRA, “Pertenecer al Universo” pág. 240.

sábado, 5 de junio de 2010

DESEO Y NECESIDAD

Lo que sigue es parte de un proyecto mayor en el que estoy trabajando desde hace un tiempo, por lo que, además de compartirlo, deseo me hagan llegar sus comentarios, del tipo que sean, que serán muy bienvenidos, ya sea para enriquecer el material, como para descartarlo. Desde ya muchas gracias

“Las necesidades engendran las carencias y la desdicha. De este modo al no necesitar, no ansía ni se preocupa. Por tanto puede actuar sin la carga de la necesidad, como no tiene apremio, puede allegarse todo cuanto requiera.

Con sus necesidades desaparecidas, todo cuanto tiene y todo cuanto recibe, hasta lo más pequeño y lo más simple, se torna en un maravilloso regalo y la vida, sin importar cuanto se tenga, deviene en un permanente estado de abundancia.”

Victor Sanchez, “Las enseñanzas de don Carlos”

En su libro “El Darse Cuenta”, el gestaltista norteamericano John Stevens plantea una serie de ejercicios y dinámicas que apuntan a intensificar uno de los aspectos fundamentales de cualquier trabajo terapéutico como es precisamente, el “darse cuenta”, el hacer consciente todo aquello que está jugando en nuestro interior, condicionando nuestras acciones, pensamientos, sentimientos sin que, valga la redundancia, no nos demos cuenta. Entre las muchas que allí se encuentran, existe una sección entera dedicada al trabajo con parejas, y entre ellas, hay una en particular que me gusta mucho y que me ha dado grandes resultados cada vez que la he utilizado por lo que quiero comenzar este capítulo haciéndole referencia.

Esta dinámica se llama “Necesidades – deseos – carencias” y consiste en que cada uno de los integrantes de la pareja confeccione una lista lo más amplia posible de todo aquello que necesita de la pareja o del otro. Una vez hecho esto, se les pide que se la lean a su compañero/a comenzando cada ítem con las palabras “Yo necesito” tratando de “ver” que sienten a medida que lo van expresando. Luego se les pide que se turnen para decir exactamente lo mismo pero sustituyendo el “Yo necesito” por “Yo quiero”, y nuevamente se les pide que tomen contacto con lo que van sintiendo, tratando de descubrir si lo que están expresando son realmente necesidades, es decir, cosas sin las cuales no pueden vivir, o si se trata de deseos, que aunque muy legítimos, no son vitales para la supervivencia, o si se trata de cosas que, en la medida que el otro las hace, les permite evitar el tener que hacerlas por si mismo.

Es sumamente interesante observar como la mayoría de lo que originalmente vivimos como necesidades, en realidad se trata de deseos o proyecciones. Estas últimas, en la mayoría de los casos, funcionan como verdaderos bloqueos del contacto por lo que les dedicaré una atención especial más adelante.

Como decía antes, necesidad es todo aquello que se torna imprescindible para nuestra supervivencia.

Mi madre salió de la casa de sus padres a los 23 años de edad, para casarse con mi padre. No había hecho la secundaría y, como la mayoría de las jóvenes de su generación, había sido preparada para ser una buena “ama de casa”, sabía cocinar, cocer, bordar y hasta había tomado clases de piano. Mi padre era un joven médico que, a pesar de no hacer muchos años que vivía en la ciudad, ya se había ganado cierto prestigio y el respeto de los conciudadanos, algo que se incrementaría notablemente con el pasar de los años. Además de todo esto, el era catorce años mayor que ella por lo que, como era de esperar, el hogar que conformaron siguió todas las reglas del modelo patriarcal, las mismas que habían seguido sus padres, sus abuelos, etcétera, etcétera.

Todavía recuerdo vivamente escuchar a mi madre, durante toda mi infancia, reclamar a mi padre que nunca la tuviese en cuenta a la hora de tomar decisiones importantes, sobretodo en lo que tenía que ver con lo económico, o no poder contar con dinero para disponer sin tener que pedirle a él como para, por ejemplo, comprarle un regalo sin que se enterase del costo.

Esa forma de funcionar, que se mantuvo prácticamente sin variantes, por treinta y tres años, generaba una fuerte relación de dependencia que se cortó abruptamente una lluviosa noche de diciembre, hace ya casi veinte años.

Aún recuerdo nítidamente cuando, mientras velábamos a mi padre, muchas personas que allí estaban me planteaban su preocupación de que iba a hacer mi madre sola. Hasta me llegaron a plantear que tal vez debiera volver a la ciudad a “hacerme cargo de la familia”, a ocupar el lugar de mi padre. Muy pocos confiaban en que ella pudiese salir adelante. La historia, su “historia personal”, la condenaba.

Catorce años después, fue a mi hermana a quién la muerte dejó sin su pareja con la misma implacable inmediatez. Y nuevamente la pregunta fue la misma, “¿Cómo va a hacer sola?” Tengo grabado en mis retinas su rostro de desesperación y en mis oídos, su desgarrante pregunta, “¿Qué voy a hacer ahora?”, y a mi madre contestándole, “si yo pude, ¿Cómo no vas a poder vos?” Y las dos por igual han demostrado, y se han demostrado, que pueden, que no necesitan de ningún hombre al lado para salir adelante.

Ni mi madre ni mi hermana son extraterrestres, esto que les ha ocurrido es algo fácilmente observable tanto dentro del consultorio como fuera de el. Creo que es una tendencia muy arraigada entre los seres humanos, al menos en nuestra cultura, desarrollar lo que yo llamó “ilusión de necesidad”. Nos auto convencemos que necesitamos cosas que en realidad deseamos y estamos inmersos en la “bendita” “sociedad de consumo” que se alimenta de nuestras seudo necesidades, y cuando no existen, las crea y logra que vivamos todo el día detrás de ellas dejando de lado muchas veces lo que realmente importa. Y no solo eso, proyectamos estas seudo necesidades en el “mundo exterior” y esto nos lleva a desarrollar relaciones de dependencias que, en todos los casos, nos quitan uno de los bienes más preciados que un ser humano pueda tener, la libertad.

La “ilusión de necesidad” está en la base de cualquier relación de dependencia y por lo tanto, de cualquier adicción, depositamos en algo o en alguien un poder que en realidad es nuestro pero que desconocemos o hemos olvidado y eso nos da la ilusión de que necesitamos de ese objeto o de esa persona que es depositario de nuestra proyección y por lo tanto pasamos a ser dependientes con la consiguiente pérdida de libertad. El niño necesita “objetos aseguradores” y se vale de su chupete, su almohada, su peluche, etcétera, los adultos hacemos lo mismo con medallitas, amuletos, cábalas, el cigarrillo, el alcohol u otras sustancias, o con nuestras parejas, amigos o padres. Y para peor aún, cuando se trata de vínculos de dependencia, lo que generamos es una co-dependencia, donde uno proyecta en el otro su necesidad, pero el depositario también “necesita” del depositante, uno deposita su poder en el otro y por lo tanto siente que lo necesita, pero el que detenta el poder, necesita del otro para seguir sintiéndose poderoso, siendo estos vínculos sumamente nocivos para los dos pero, a su vez, muy difíciles de romper.

Por todo esto, creo que es de fundamental importancia para cualquier proceso de desarrollo personal, y en especial para la salud de la pareja, discriminar entre necesidad y deseo y con ello, reivindicar nuestro de derecho a desear. El deseo no tiene buena prensa, por lo general, y Freud mediante, se lo asocia casi exclusivamente a uno de sus aspectos, muy importante por cierto, pero no el único, el sexual. Además, fruto tal vez de la “cultura del sufrimiento” que impregna sociedades como la nuestra, nos cuesta mucho asumir nuestro derecho a desear y por lo tanto, nos resulta mucho menos ansiógeno, convencernos de que lo que deseamos es una necesidad. John Stevens dice que la palabra “querer” tiene dos significados básicos, desear y carecer, por lo que, tanto el deseo como la necesidad hacen referencia a una carencia, la gran diferencia está en que, como decía más arriba, en la necesidad, saciar esa carencia es vital para la supervivencia. Ahora bien, creo que el deseo no necesariamente tiene que ver con algo que nos falta, sino que simplemente podemos desear algo para enriquecer nuestra existencia. Antes de escribir esto, mientras lo tenía en proceso de elaboración en mi cabeza, tratando de darle forma para plasmarlo en el papel, decidí compartirlo con Ana, mi esposa. Quienes me conocen o conocen mi trabajo, saben que ella es, además de mi “musa inspiradora”, la primer persona que lee lo que escribo y, por lo tanto mi primer crítica, por lo que su opinión es para mi de suma importancia. Y los dos concordamos en que no nos necesitamos el uno al otro, por doloroso que pueda ser, podemos sobrevivir cada uno sin el otro, pero si deseamos fervientemente estar juntos, compartir nuestras vidas, encontrarnos y gozar, gozar mucho de este encuentro que indudablemente enriquece nuestra existencia. Y, sin lugar a dudas, la conciencia de “no necesidad” aumenta notablemente nuestro compromiso recíproco, con la pareja y con nosotros mismos y lo hace mucho más disfrutable. Por otra parte, el saber esto, me da la posibilidad de elegir si quiero o no seguir con el vínculo. Cada día me convenzo más de que pocas cosas son más afrodisíacas, pocas cosas contribuyen más a mantener la pasión y el deseo en la pareja que la libertad, que el sentir que elijo al otro cada día, y que, a su vez, el otro, en su libertad, me elige. Como dice Roberto Crema, “el número de opciones que poseemos determina nuestro grado de libertad, o sea, cuanto más consciente y habilitada para el uso de sus opciones está una persona, más libre será, y más poder sobre su propio destino tendrá” Por lo tanto, si decido que quiero quedarme, no tengo más remedio que hacerme cargo de mi elección y hacerme responsable de ella. Y eso es lo maravilloso que tiene la libertad.

domingo, 18 de abril de 2010

Flash Forward, Heisenberg y la teoría del vaso



Flash Forward es una exitosa serie de la cadena norteamericana ABC. Comienza su primer episodio con el agente del FBI Mark Benford (Joseph Fiennes) despertando dentro de su coche volcado, en medio de un caos generalizado. Poco a poco nos vamos enterando que, ese día, 6 de octubre de 2009, todos los habitantes del planeta han perdido el conocimiento durante 2 minutos 17 segundos al mismo tiempo, y que, durante lo que a partir de allí pasará a llamarse el apagón, las personas tuvieron una visión, flash forward, de lo que estarán haciendo seis meses después, el 29 de abril de 2010.

Pero no todos tuvieron su flash forward, el agente Demetri Noh (John Cho), es el primero en decirnos que no vio nada. Más tarde nos enteraremos que no está solo, de hecho, muchos se están organizando en una especie de secta que se hace llamar “Los fantasmas” y se conectan a través de una página web que los nuclea. Todos ellos creen que el no haber tenido visión indica que para esa fecha estarán muertos.

La serie nos plantea la duda de sí el haber visto el futuro implica que éste irremediablemente se cumpla o sí podemos modificarlo. Todo parece indicar que no hay forma de evitar el destino y muchos actúan en función de esta creencia. De hecho, los propios flash forwards funcionan como disparadores para que tomen decisiones que parecen confirmar cada vez más que estos se van a cumplir. Pero otros sostienen que lo que nos permite conocer el futuro es precisamente la posibilidad de elegir si nos resignamos a que así sea o si intentamos cambiarlo. El agente Al Gough (Lee Thompson Young), con su dramática decisión nos muestra que la esperanza depende de nosotros.

En el sexto capítulo de la serie, otro de los protagonistas, el físico cuántico Simón Campos (Dominique Monaghan) se encuentra en el bar del tren en que viaja con una chica a la que intenta seducir alardeando de su condición de genio. Como parte de su estrategia y ante el escepticismo de ella, Simón trata de explicarle un concepto básico de la física de partículas a través de una versión de lo que se ha dado en llamar el experimento del gato de Schroedinger.

Werner Heisenberg es, junto con Albert Einstein y Niels Bohr, uno de los exponentes más importantes de la física moderna y junto con este último, puede considerarse como uno de los padres de la física cuántica o de partículas. En sus investigaciones, estos científicos comenzaron a observar que la realidad que encontraban en el mundo sub atómico ya no podía ser explicada por los conceptos y leyes que regían a la ciencia hasta ese momento, ya no podían asimilar el mundo material a una máquina constituida por una multiplicidad de objetos distintos, sino que en vez de eso, este surgía como un todo indivisible, una red de relaciones que incluía al observador humano de forma esencial.

Una de las grandes paradojas que atribulaban a los investigadores en los inicios de los años veinte, era la naturaleza dual de la materia subatómica, que surge a veces como partículas y otras como ondas.

Werner Heisenberg verificó que las paradojas de la física cuántica surgen cuando intentamos describir los fenómenos atómicos en términos clásicos. Reconoció además, que el formalismo de la teoría cuántica, no puede ser interpretado en los términos de nuestras nociones intuitivas de espacio-tiempo, o de causa-efecto y tal vez su más grande aporte fue el expresar esas limitaciones de los conceptos clásicos de una forma matemática precisa, el “Principio de Incertidumbre”. Este mide el grado en que el observador incide en las propiedades del objeto observado por el propio proceso de medición. En la física atómica, los científicos ya no pueden ejercer el papel de observadores objetivos y parciales, ellos están envueltos en el mundo que observan. En el nivel más fundamental, el principio de incertidumbre es una medida de cuánto el universo y uno están inter-relacionados.

Hagamos un ejercicio, si imagináramos un microscopio que pudiese hacer visible un electrón, como con cualquier otro objeto, para poder verlo, deberíamos proyectar una luz o alguna especie de radiación apropiada sobre él. Pero un electrón es tan pequeño que un solo fotón de esta luz lo haría cambiar de posición apenas lo toca. Es decir, en el preciso instante de medir su posición, su posición se alteraría. Es decir, no hay forma de que el observador no incida en la observación. A partir de esto, se decreta la muerte de la objetividad imparcial de que hacía gala la ciencia.

El "Principio de Incertidumbre" afectó profundamente al pensamiento de los físicos y los filósofos y ejerció una influencia directa sobre la cuestión filosófica de la relación de causa y efecto, o causalidad.

Muchos han sido los ejemplos y experimentos que se han generado para tratar de demostrar lo que implica este “Principio” pero sin duda el más renombrado es el experimento del gato, propuesto por Erwin Schrödinger, padre de la llamada “mecánica ondulatoria” y al que hace referencia de forma simplificada el personaje de Simon Campos en el episodio arriba mencionado.

Schrödinger sugirió realizar el siguiente montaje: se mete un gato dentro de una caja que contiene una ampolla de vidrio en la que se ha encerrado un potente veneno volátil. Se coloca además un martillo sujeto encima de la ampolla. El martillo puede ser liberado eléctricamente y está conectado a un mecanismo detector de partículas alfa. Si llega al detector una partícula alfa el martillo cae, rompe la ampolla y el gato muere. De no ser así, no ocurrirá nada y el gato continúa vivo. Para completar el experimento, se coloca un átomo radiactivo en el detector. Este átomo es inestable, por lo que existe un 50% de probabilidades de que, en una hora, emita una partícula alfa. Es evidente que al cabo de una hora habrá ocurrido uno de los dos posibles desenlaces: o el átomo ha emitido una partícula alfa o no la ha emitido. La probabilidad de que ocurra una cosa o la otra es idéntica.

El resultado de toda esta interacción es que el gato del interior de la caja está vivo o está muerto. Pero no podemos saberlo si no la abrimos para comprobarlo.

Si se describe lo que ocurre en el interior de la caja aplicando las leyes de la mecánica cuántica, se llega a una conclusión muy extraña. El gato estará descrito por una función de onda extremadamente compleja, resultado de la superposición de dos estados combinados al cincuenta por ciento: "gato vivo" y "gato muerto". Es decir, aplicando el formalismo cuántico, mientras no se lo observa el gato está a la vez vivo y muerto; se trata de dos estados indistinguibles.

La única forma de averiguar qué ha ocurrido con el gato es realizar una medición: abrir la caja y mirar dentro. En unos casos nos encontraremos al gato vivo y en otros casos estará muerto. Pero, lo dramático del tema es que, según la mecánica cuántica, al realizar la medida el observador interactúa con el sistema y lo altera, rompe la superposición de estados y el sistema se decanta por uno de sus dos estados posibles. Por lo que es el observador quién termina decidiendo si el gato está vivo o está muerto.

Esto es lo que Flash Fordward nos plantea, y por eso la referencia del Dr. Campos al experimento, hasta que los sucesos no ocurran, coexisten los dos estados, que el futuro se cumpla tal como aparece en las visiones, y que no se cumpla y es cada uno con sus acciones quien tiene el poder de definir cuál será el resultado final. Como le dice Mark Benford a su compañero Demetri, hasta que las cosas no ocurran, solo podemos hablar de posibilidades.

Si bien es una idea muy antigua, últimamente se ha hecho muy común plantear la disyuntiva acerca del vaso por la mitad y en cuál de sus partes hacemos énfasis, lo que me he permitido llamar la “teoría del vaso”.

Creo firmemente que esta disyuntiva hace referencia a la actitud frente a la vida. Mientras que las personas con tendencia a mirar la parte medio vacía del vaso, son, en general, pesimistas, disconformes y están mucho más pendientes a lo que falta, las que miran la parte medio llena, suelen tener una actitud positiva, que valoran sobre todo lo que hay, lo aprovechan y disfrutan.

Todo en la vida es polar, todo tiene su lado bueno y su lado malo. Una de las peores cosas que me pasó fue sin duda la muerte de mi padre, sin embargo, gracias a ella tengo mi casa. De hecho, la vida es un continuo muerte- nacimiento, y muchas veces es imprescindible que haya muerte para que haya vida y cuando no asumimos esa realidad estamos en problemas. El gran tema es con qué nos quedamos, cual porción de la realidad elegimos.

El Dr. Carl Simonton es un prestigioso médico oncólogo norte americano que viene desarrollando desde hace varios años un revolucionario y exitoso enfoque de tratamiento para el cáncer. Si bien tal vez sería muy bueno referirme más profundamente al mismo por las impresionantes implicancias que tiene no solo para el tratamiento de esa terrible enfermedad, sino para el abordaje de todo tipo de dolencia, tanto física como emocional, quiero en este momento mencionar uno de los aspectos que creo más interesantes de su enfoque.

El Dr. Simonton plantea la importancia fundamental que tiene a la hora de encarar el tratamiento, el estudiar cómo funciona el sistema de creencias del paciente y cuál es su postura frente a la vida. El sostiene que, cuando una persona recibe el diagnóstico, reacciona con uno de estos tres pensamientos básicos, negativo, mágico, o positivo. El que utiliza pensamiento mágico es el que espera y confía en que una fuerza externa le va a curar. El que utiliza pensamientos negativos, poco menos que se ve ya en su velorio y baja los brazos frente a la enfermedad. Y el que utiliza pensamientos positivos es el que, sin dejar de tomar contacto con la gravedad del problema, se propone hacer todo lo que sea necesario para buscar las mejores formas de enfrentarlo ya sea para vencerlo o para tener la mejor sobrevida posible, esto por supuesto, no es excluyente con la Fe, pero lo que él plantea es un poco el viejo dicho de “a Dios rogando y con el mazo dando”, aunque crea en un poder superior que me va a ayudar, igualmente hago todo lo que esté a mi alcance.

Obviamente, todos el algún momento de nuestras vidas utilizamos los tres tipos de pensamiento, pero lo que plantea Simonton es tratar de descubrir cuáles son los predominantes en el paciente.

Salvando las distancias, en mi trabajo con los fumadores, muchas veces me encuentro con estas tres formas de enfrentar el problema. Están los que se enteran que existen medicaciones que ayudan a dejar de fumar y concurren a la consulta buscando la “pastillita mágica” y cuando les decimos que no existe tal cosa, que lo que hay es medicación de apoyo, más el apoyo médico y psicológico que nosotros le podemos dar, pero que nada puede sustituir su voluntad y que va a ser fundamental lo que él haga para lograr el objetivo, automáticamente dejan de venir. Están también los que al menor contratiempo o recaída, se deprime, siente que nunca lo va a lograr y también abandona, y está el que acepta lo difícil del tema, asume la responsabilidad que le compete en el éxito del tratamiento y aprovecha al máximo todo lo que podemos hacer por él. Este es el que logra los mejores resultados, sigue el tratamiento hasta el final y, por lo general, no solo logra dejar de fumar, sino también entra en contacto con su poder personal y comienza a general otro tipo de cambios en su vida.

En mi práctica profesional muy frecuentemente me encuentro con personas que están atravesando por episodios de depresión y en ellos, por lo general, las personas suelen teñir todo de gris, cuando no de negro, y por lo tanto, hacen figura en todo lo que no pueden. Por ejemplo, una queja muy común es acerca de lo que les cuesta levantarse o hacer lo que “tienen que hacer”, y mi pregunta es siempre, “ya sabemos lo que te cuesta, pero ¿lo hiciste o no?”. Creo sumamente importante que la persona valore lo que logra, lo importante no es cuanto le costó levantarse, lo que importa es que lo hizo, lo que puede, porque creo firmemente que haciendo figura allí es que conseguirá las fuerzas para salir adelante y cambiar su realidad. Y son muchos los casos que podría nombrar en que esto ha dado excelentes resultados.

En suma, todo esto apunta a demostrarnos que somos dueños de nuestro destino, que tenemos el poder de decidir cómo queremos que éste sea y que según cuál sea la actitud que tengamos, la parte del vaso en la que hacemos figura, podremos hacer que nuestra vida valga la pena y hacerla disfrutable. Y lo más importante, esto implica asumir la responsabilidad de nuestra existencia.

sábado, 3 de abril de 2010

Prólogo para la segunda edición que nunca fue, al menos hasta ahora

Alberto Zapicán es un muy querido amigo con una vida impresionante. Luchador social, preso político, músico, sanador, escritor. Quién quiera saber más de él, basta con poner su nombre en google, o puede visitarlo en su casa de puertas abiertas en el Remanso de Neptunia.

Con las piedras que encuentres en el camino sé delicado y llévatelas, y si no las puedes cargar a los hombros como hermanas, al menos, déjalas atrás como amigas”

Rafael nos invita a pasar por el umbral de su vida, abriéndonos sus puertas y ventanas, señalando las innumerables llaves para cerrar el dolor y abrir la felicidad, para así con ésta, descorrer las veladuras de los sentidos y entrever las realidades paralelas, los sincronismos, las anticipaciones; de la mano nos lleva a compartir lo más sagrado, la familia, su familia!

Rafael nos llama a la atención, que cada uno al nacer, trae un paquetito de alimentos y una escalera, si ese alimento lo suministramos adecuadamente, servirá para toda la vida, ello nos permitirá estar livianos, ágiles y así poder tomar la escalera para diariamente ascender un escalón, y el espectro de la vida, la claridad, más se expande, a pesar que hay quienes acaparan los paquetitos ajenos o se lo consumen de inmediato, éstos, al estar pesados por haber ingerido todo lo ajeno, toman la escalera y lo más fácil es descender, pero todo descenso es oscuro. Cabe preguntarse, cómo estoy usando mi alimento, o el de quién? Y la escalera... la ocupo...?

Rafael nos enseña a ver entre líneas, que la mente es capaz de transformar todo, el dolor en tranquilidad, la oscuridad en claridad, en definitiva, ahí reside el poder, en la claridad, y ello nos permite qué hacer con nuestra vida, o cómo hacerlo!

No hay mayor libertad que la de poseer la llave para abrir o cerrar la actividad mental, es el mayor tesoro que podemos poseer para el desarrollo de nuestra identidad.

“Dijo el amigo al amigo, sobre el puente:

Mira que alegres están los peces en el río...

El otro replicó:

Y como tú conoces la alegría de los peces en el río?

Y replicó el primero:

Por mi alegría sobre el puente.”

El hombre recurrió al símbolo en un tratar de plasmar significados, que se alejaban más y más, por su incapacidad de romper su confusión, y el símbolo servía y ha servido para que el humano cubra su desnudez, transformándolo en autoengaño para permanecer...

Sin atreverse a Ser!

Y la humanidad ha envejecido siguiendo esa huella, por eso somos ajenos y no nos merecemos.

Si al leer este libro, lo hacemos descondicionados de lo que creemos que somos, recobraremos el valor, la decisión, la claridad y seremos más responsables de nosotros mismos, ya que él nos lleva a la real estatura humana, la de ser persona!

En el encuentro o reencuentro con él, vi un gran espejo sin adornos y de manos extendidas, cálidas, sin tiempo, y llenas de esperanzas, por lo cuál podría ser uno mismo en el cuerpo del otro, donde los silencios se llenaban de comprensión, gratitud y respeto, donde la claridad tenía un mismo idioma, por esto, y por mucho más, me siento honrado al haberme dado la posibilidad de ser una parte de su historia, nuestra historia.

En definitiva, así es la sincronicidad!

Alberto Zapicán