Tal
vez por el aspecto de “viejo gurú” del que hizo gala Fritz Perls sobretodo en
los últimos años de su vida, o por los vínculos que desde el inicio esta
corriente ha tenido con los movimientos contra-culturales. Tal vez porque
siempre se planteó como una opción mucho más fresca y des acartonada que el
psicoanálisis, o por el uso del contacto como herramienta terapéutica que
muchas veces ha sido mal interpretado, el hecho es que mucha gente, sobre todo dentro del propio ambiente de la Psicología,
ha visto a nuestra corriente como algo poco serio, poco académico e incluso superficial.
Sé
que quizá a algunos les pueda rechinar que podamos sentarnos en el suelo
durante la consulta, o que tomemos mate con el paciente, o que los despidamos
con un abrazo, pero creo muy poco serio
juzgar a un abordaje terapéutico solo por algunos “signos” externos sin
siquiera tomarse el trabajo de profundizar aunque sea un poco en la teoría y la
metodología que sustenta nuestro trabajo.
Sé
también que ha sido un signo característico de nuestra corriente el no ser muy
afectos, quienes la practicamos, a la elaboración teórica, aunque, sobre todo
en los últimos años, cada vez más colegas se animan a incursionar en este
aspecto y cada vez son más los libros sobre “Psicoterapia Gestáltica” o sobre
diversas temáticas pero desde una perspectiva gestáltica que aparecen en los
anaqueles de las librerías, o los espacios que han ganado distintos colegas en
los medios de comunicación.
Me
incluyo en esa “corriente” dentro “la Gestalt” y desde hace ya un buen tiempo
decidí hacer mi modesto aporte a ese empeño por lograr que esta tenga el lugar
que le corresponde y se merece entre las corrientes más importantes de la
Psicología moderna. Así es como he publicado varios artículos tanto en mi blog
personal, encuentroconelbrujo.blogspot.com.uy como en la revista especializada
en temas de Medicina “Opción Médica”, donde intento abordar distintos temas
desde una perspectiva eminentemente gestáltica.
Por
todo lo anterior y con el deseo de hacer mi modesto aporte a una mayor
comprensión de “lo que hacemos los gestálticos”, es que decidí escribir una
serie de artículos en esta plataforma y compartir con ustedes, la menos mi
visión y mi sentir sobre este abordaje que decidí abrazar hace ya muchos años y
con el que me siento cada vez más compenetrado.
Como
primer entrega quiero referirme a un concepto que siento muchas veces ha sido
mal interpretado, tal vez porque no hemos sabido comunicarlo adecuadamente,
pero que considero fundamental a la hora de comprender por donde va nuestro
abordaje: la “desestructuración del ego”. Sé que a mucha gente esto puede
sonarle alarmante y que muchas veces ha sido mal interpretado al punto de creer
que en nuestra “corriente” podemos llegar a “psicotizar” a nuestros pacientes
al supuestamente poner en riesgo su estructura psíquica lo cual sería una
muestra clara de nuestra irresponsabilidad profesional. Sin embargo, nada está
más alejado de eso que nuestro abordaje.
Desde
nuestra perspectiva, todos nacemos con una esencia, el “self” o “si mismo”,
pero desde que comenzamos a interactuar con el mundo exterior, comenzamos a
percibir que los demás tienen expectativas sobre nosotros y junto a ello
aprendemos que, si le damos al ambiente aquello que espera de nosotros, podemos
manipularlo. Así el bebé aprende que si dice “ajó”, el ambiente se lo festeja,
que si come, papá y mamá están felices, que si se porta bien y es un/a buen/a
niño/a, todo el mundo estará satisfecho. Y también aprende que si juega al
futbol aunque no le guste, su papá está contento y le presta atención pero que
si le dice que prefiere hacer otra cosa, pierde su aprobación por lo que
comienza a hacerse cargo de las expectativas de los demás en un proceso que le
puede acompañar el resto de su vida.
Es,
en esas interacciones con el ambiente, va construyendo su ego, esa capa que va
recubriendo al self y que está compuesta en gran medida por el “deber ser”,
todo aquello que los demás esperan de él/ella o lo que es peor, lo que cree que
el ambiente espera de él/ella.
Y
así, cuanto más crece su ego, más se aleja de su “si mismo”, más se aleja de su
esencia.
Por
eso, la “desestructuración del ego” que proponemos es precisamente el proceso a
través del cual la persona va desprendiéndose de todos esos “no yo” de todo eso
que no es, para recuperar el contacto con su esencia más profunda y así poder
lograr el objetivo último de la Psicoterapia Gestáltica, que cada uno se
convierta en la mejor versión de sí mismo.
Fritz
Perls planteaba que la psicoterapia se puede asimilar al proceso de pelar una
cebolla, ir desprendiendo las distintas capas que constituyen la neurosis hasta
llegar al núcleo, el sí mismo, el verdadero yo.
Él
describe cinco capas que van desde lo más superficial a lo más profundo: los clichés, los roles, el impasse, la
implosión y la explosión.
La
capa de los clichés es la más superficial
y la que tiene mayor contacto con el exterior. En general es muy resistente y
opaca por lo que impide ver hacia el interior y está formada por los lugares
comunes y todas esas conductas y formas de comunicarnos estereotipadas y
generales, todas esas convenciones “políticamente correctas” a las que
adherimos sin ni siquiera cuestionarnos.
La
segunda capa es la de los roles, de
los lugares que ocupamos en nuestras relaciones con los otros y con el mundo.
El/a “pobrecito/a”, el/a “problemático/a”, el/a “loco/a”, el/a “salvador/a”,
todos esos roles en los que somos colocados y que asumimos, y que, aunque
puedan incomodarnos por momentos, mantenemos porque nos dan pertenencia y la
seguridad de lo conocido.
Cuando
logramos “pelar” las dos primeras capas de la cebolla, nos enfrentamos a la
tercera, el impasse.
Las
dos primeras capas son las que sostienen el “ego”, la idea que tenemos de
nosotros mismos y la imagen que mostramos al exterior, por eso, cuando logramos
desprendernos de ellas, se produce una verdadera desestructuración que nos
lleva a sentirnos perdidos, sin rumbo, al perder las referencias de lo que
creíamos ser.
Si
bien transitar por el impasse puede resultar muy doloroso y angustiante, es
fundamental para lograr avanzar en nuestro camino de encontrarnos con nosotros
mismos.
La
siguiente capa fue denominada por Perls implosión,
porque conlleva una vuelta hacia adentro. Toda nuestra atención y energía está
orientada a recomponernos del desorden y el caos que generó el impasse, de la
muerte de la persona que fuimos hasta ese momento.
La
última capa es la explosión, es el momento en que, una vez que
hemos conectado con el dolor que conlleva la
implosión, podemos expresar esa
tensión con el consiguiente alivio posterior. Es a partir del re encuentro con
nuestra esencia, con la profundidad de nosotros mismos, que podemos entrar en
contacto verdadero con nuestras emociones y expresarlas y es a partir de aquí
que podemos abandonar el sufrimiento que venimos acarreando desde épocas
inmemoriales para dar lugar a lo novedoso y crecer y desarrollarnos como la
persona que estamos llamados a ser.
Pongamos
un ejemplo. Juan es un hombre correcto, siempre se comporta de forma cortés,
nunca dice nada fuera de lugar y es prácticamente imposible tener un desacuerdo
con él. Podríamos decir que se comporta según todos los clichés de que impone
el “deber ser”. Por otra parte, tanto en su familia como en el trabajo o en su
grupo de amigos, es siempre el “componedor”, el que trata de mediar entre las
partes siempre que ocurre un conflicto, el que trata de que todo el mundo esté
bien y contento. Ese es su rol existencial, es lo que aprendió a hacer desde
pequeño, la configuración que dio a su “campo” y repite en todas sus
relaciones.
Sin
embargo hay algo que no le cierra, se siente mal, inquieto, perturbado. Todo se
desencadena cuando tiene un problema importante con un compañero de trabajo que
le genera mucha bronca y frustración, sentimientos que siente debe reprimir
porque “debe preservar el buen ambiente laboral”. Esto le genera un monto de
angustia y ansiedad muy grande porque se debate entre dos “lealtades” la que
siente debe tener consigo mismo y que le impulsa a expresar lo que siente, y la
que siente debe a su entorno, que siente le acepta y reconoce en tanto es el
“buen empleado y compañero” que ha sido desde siempre.
Todo
esto lo mantiene sumido en un estado de angustia importante que se manifiesta
en los distintos ámbitos de su vida, por lo que, luego de resistirse por un
tiempo, decide comenzar un proceso terapéutico.
A
medida que va avanzando en la terapia va descubriendo como la situación
conflictiva con su compañero le dificulta seguir sosteniendo ese rol existencial
que con tanto éxito ha desarrollado por años al ponerlo en contacto con
sentimientos de frustración y broca muy pocos frecuentes en él. Descubre así
como desde tiempo inmemorial ha tratado siempre de ser un “niño bueno”, un
“alumno ejemplar”, un correcto empleado. En suma, siempre ha tratado de agradar
y obtener la aprobación de los demás haciendo todo lo que “se debe hacer”
reprimiendo para ello muchas veces lo que sentía deseos de hacer.
Y
descubre también que ese rol de “componedor” que siempre ha ejercido en los
diferentes ámbitos de su vida es en realidad su forma de evitar todo tipo de
conflicto y la enorme angustia que estos le generan.
Uno
de los aspectos más importantes y diferenciales de la Terapia Gestáltica está
dado por el hecho de que para nuestro abordaje es mucho más importante el
“como” y el “para que” que el “por qué”. “Como” es que hago para sostener y
reproducir siempre el mismo “rol existencial” y “para qué” me sirve hacerlo. En
este caso, una vez que descubrió todo lo que hacía para sostener ese lugar en
el mundo que había construido, el “como”, solo le restaba “darse cuenta”, hacer
consciente “para que” lo hacía. Fue sumamente iluminador para él cuando
descubrió el profundo dolor que desde muy pequeño sentía cada vez que sus
padres discutían y como aprendió a mediar entre ellos para tratar de evitar los
conflictos y a su vez, como asumir ese rol de “componedor” en los distintos
ámbitos en los que se movía le fue otorgando reconocimiento. Sus padres no lo
“veían” cuando discutían y él presenciaba esas discusiones pero si lo “veían”
cuando lograba desviar su atención y evitar de esa forma los conflictos. Y así
como en su casa, en todos lados.
Ahora
bien, ¿de qué nos sirve hacer consiente lo que nos ocurre si no hacemos algo
con ello? Aquí es donde la terapia debe servirnos para asumir de forma
consiente y plena la responsabilidad sobre nuestra Vida. Si solo nos quedamos
en una consciencia que nos facilita justificar nuestras conductas y “llorar
sobre la leche derramada”, entonces el efecto de la terapia será muy pobre y
limitado. El verdadero éxito de la terapia consiste precisamente en que la
persona logre el auto sostén, y con el la responsabilidad plena de su
existencia.
Para
esta persona fue muy importante asumir consciencia de todo eso, pero no
alcanzaba, ahora debía hacer algo con lo que había descubierto. Al principio
entró en un impasse, no lograba reconocer que era de él y que era lo que había
asumido para complacer a los demás, que cosas hacía porque las sentía y que
porque era lo que “había que hacer”. La estructura de ese ego construido
durante años se iba resquebrajando de forma inexorable.
Así
que tuvo que “implotar”, ir hacia su interior más profundo a reencontrarse
consigo mismo, con su verdadera esencia, su verdadero yo. No fue fácil. Muchas
veces nuestra voz interior es tan fuerte y nos interpela tanto que debemos
reprimirla muy fuertemente para poder sostener el “status quo”, nuestra “zona
de confort” como se le llama hoy día, y eso genera que le tengamos verdadero
pánico. Es que en ese afán por convertirnos en lo que los demás esperan de
nosotros nos hemos alejado tanto de nuestra esencia que la desconocemos y nos
asusta y activa todas nuestras resistencias.
Pero
una vez que logramos vencer el miedo y nos contactamos con ella, sentimos un
gran alivio. Al igual que el héroe que debe enfrentar mil batallas, al fin
hemos vuelto a casa.
Es
en este momento en que tenemos que tomar una de las decisiones más
trascendentes de nuestra vida, si no la más, debemos decidir qué hacer con
ella. Es ahí, en nuestra soledad más absoluta donde toda nuestra
responsabilidad se pone en juego. O seguimos manteniendo ese personaje que
hemos construido a lo largo de nuestra vida, nuestro ego, y seguimos buscando
afuera culpables para nuestras desdichas, o asumimos plenamente la
responsabilidad por nuestra existencia y entonces “explotamos” como quien
realmente somos haciéndonos cargo de nuestros deseos y necesidades, de nuestro
potencial y de nuestras carencias, en definitiva, de nosotros mismos.
Esa
fue la decisión a la que se enfrentó la persona de la que hemos estado hablando
y de la que no se arrepiente. Obviamente no es un proceso fácil. Como en
cualquier revolución, las fuerzas conservadoras seguirán agazapadas por mucho
tiempo esperando el momento justo para dar el zarpazo, pero esta persona se
está sintiendo tan bien siendo ella misma que cada vez está más fuerte para
sostenerse y soportar esos embates.
En
la sesión anterior a que escribiera esto me contaba con gran satisfacción y
asombro como pudo sostener una decisión sumamente trascendente sobre su trabajo
yendo en contra del deseo y las expectativas de sus compañeros y sus superiores
pero siendo totalmente coherente con su deseo, algo totalmente impensado meses
atrás.
Fue
muy hermoso observarle contándome la reunión donde comunicó su decisión. Su
voz, la expresión de sus ojos, su presencia física, todo hablaba de su cambio y
de su satisfacción.