viernes, 31 de mayo de 2013

El diagnóstico en la Psicoterapia Gestaltica


Artículo publicado en Revista Opción Médica del mes de mayo

Desde siempre ha existido entre los terapeutas humanistas y entre los gestálticos en particular, un fuerte rechazo a lo que tiene que ver con el diagnóstico psicológico. Yo no era ajeno a esa tendencia hasta que me fui dando cuenta de que lo que rechazaba no era al diagnóstico en general, sino a un tipo de diagnóstico, y que, en los hechos, todos, lo reconozcamos o no, hacemos diagnósticos.
Creo, junto con Yontef, que el diagnóstico que rechazamos los terapeutas gestálticos, es aquel que tiende a etiquetar a la persona dentro de categorías, más o menos rígidas, que es impartido desde una postura vertical, donde el técnico es quien posee la sabiduría y la imparte al paciente de forma autoritaria. Esto implica, al decir de Yontef, “una falta de fe en la capacidad del individuo para elegir y crecer, para reconocer su situación personal por sí mismo” y termina colaborando a mantener al paciente en una determinada postura existencial que muchas veces es utilizada por éste para justificar su accionar y de esa forma, manipular a su ambiente. Este modelo, además, tiende a hacer figura más en la enfermedad que en la persona misma e implica un riesgo muy importante de que el terapeuta “caiga en la tentación” de hacer figura en aquellos elementos que le permitan confirmar su diagnóstico y no en la actualidad del paciente. Como dicen los redactores del “Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders” (DSM IV), “los criterios diagnósticos específicos deben servir como guías y usarse con juicio clínico, sin seguirse a rajatabla como un libro de cocina”
En la Psicoterapia Gestáltica, y en el modelo humanista en general, nuestro objetivo es la persona como totalidad y no sólo determinados aspectos de ella.
Por otra parte, en nuestra corriente nos manejamos con un encuadre horizontal, donde terapeuta y paciente, manteniendo claramente los lugares correspondientes, trabajan juntos para lograr el bienestar del paciente. En este enfoque, la autoridad no está colocada en el profesional o en el marco teórico que le sostiene, sino en la experiencia de ambos dentro del diálogo terapéutico.
Ahora bien, la falta de un diagnóstico reduce la capacidad de comprensión de la realidad del paciente, por lo que, su presencia, es parte esencial e indispensable para un buen proceso terapéutico.
Yontef describe al diagnóstico en la Psicoterapia Gestáltica como el “proceso de prestar respetuosa atención a quien es la persona como individuo único y en relación con aquellas características compartidas con otros individuos…Discriminamos acerca de los patrones generales, qué tipo de persona es el paciente, cuáles son los problemas y potenciales más importantes, cuál será el curso del tratamiento, qué enfoques posiblemente funcionen, signos de peligro… Nuestra opción es diagnosticar de una manera bien pensada, con total darse cuenta”
Es de suma importancia para el éxito del proceso terapéutico, tener en cuenta aspectos como la naturaleza de la estructura de personalidad del paciente, que nos puede ayudar a evitar realizar intervenciones que pongan en riesgo al proceso o al propio paciente; comprender la realidad fenomenológica del paciente, conocer cómo son sus habilidades para mantener el diálogo; conocer acerca de su manejo de la agresividad o acerca de su capacidad de disfrute, nos puede aportar un material imprescindible para conocer a la persona que tenemos enfrente.
Pero además, un buen diagnóstico debe servirnos para aportar información que puede ser vital para el proceso terapéutico dado que nos permite conocer más profundamente la continuidad de la identidad personal del paciente, comprender la estructura psicológica del mismo y a utilizar su historia clínica y evolutiva en su beneficio. Por otra parte, un lenguaje diagnóstico común nos permite el intercambio de información con otros técnicos que trabajen o hayan trabajado con el paciente, facilitando también el trabajo interdisciplinario que, en muchos casos, resulta imprescindible. Quienes hayan leído mis anteriores artículos en la Revista recordarán que, desde hace 12 años trabajo en una Institución de Asistencia Médica Colectiva donde formo parte del Departamento de Psicología. Esta experiencia, que ocupa una parte muy importante de mi quehacer profesional, me implica estar en contacto permanente con colegas que manejan otros encuadres psicológicos, pero también con psiquiatras y otros médicos en general. Además, parte de mi trabajo en la Institución me exige tener manejo de la historia clínica del paciente, por lo que, tener un lenguaje diagnóstico común no solo me es conveniente, sino que es una verdadera necesidad. Estoy además, y mi artículo anterior hablaba de eso precisamente, absolutamente convencido de la imperiosa necesidad del trabajo mancomunado entre los distintos técnicos que intervienen en el proceso de sanación del paciente.
Hechas las consideraciones generales, vayamos ahora a como concibo el “diagnóstico gestáltico”.
Siguiendo a Kurt Lewin, en la Psicoterapia Gestáltica creemos en el concepto de que la persona genera “campos” con los que se relaciona. No concebimos a la persona aislada de su contexto sino que solo podemos verla como un ser en relación. Esto nos da la primer diada que será fundamental para comprender nuestra visión del individuo, el campo organismo/ambiente. Obviamente, el campo cambia constantemente, una cosa es la relación de la persona con su familia, otra con sus compañeros de trabajo, de estudio, de diversión, etc. Sin embargo, cada persona desarrolla formas únicas y características de relacionarse que, en términos generales, varían muy poco en tiempo, espacio y contexto y que tiende a reproducir en cada campo nuevo al que se enfrenta. Estos patrones de funcionamiento tienen un carácter defensivo y de supervivencia e incluyen conductas, percepción, pensamiento, sentimientos, creencias, etc, y constituyen lo que en nuestro abordaje terapéutico llamamos “gestaltens fijas” o “patrones de gestalt fija”.
Más adelante retomaré el tema del campo, pero ahora quiero detenerme en otro de los aspectos fundamentales de nuestro enfoque, la diada “figura/fondo” y el proceso de surgimiento, resolución y cierre de una “buena gestalt”.
Es muy conocida la figura a continuación:
en ella podemos observar una copa, si hacemos figura en la parte blanca, o dos rostros enfrentados, si hacemos figura en la parte negra. Lo que no podemos es ver ambas cosas a la vez. Esto se explica por el fenómeno de la figura/fondo, una de las leyes de la Psicología de la Gestalt, corriente de la Psicología Experimental que estudia los fenómenos de la percepción, y que dice que cuando elegimos una figura, el resto pasa a ser fondo. Así, podemos ver la copa sobre un fondo negro o los rostros de perfil sobre un fondo blanco, pero no ambas cosas a la vez.
En la Psicoterapia Gestáltica creemos que el funcionamiento sano requiere que la figura cambie según las necesidades de la persona, pero es fundamental que esas figuras se resuelvan correctamente para que puedan pasar al fondo y de esa forma permitir la irrupción de una nueva figura. Cuando esto no ocurre, se genera lo que llamamos una “gestalt inconclusa” que impide la satisfacción de la persona, generando un consumo de energía que deja de estar disponible para su normal funcionamiento. A modo de ejemplo: tenemos una persona que está realizando un trabajo importante que tiene que entregar de forma inminente. Esta es su figura, por lo que toda su atención y energía está puesta en ella. Todo lo demás pasa a ser fondo, por lo que es probable que, el paso del tiempo, distintos estímulos a su alrededor, etc, le pasen totalmente desapercibidos. Sin embargo, en un momento comienza a sentir un fuerte malestar estomacal. Al principio es probable que su nivel de concentración sea tan grande que ni siquiera lo sienta, pero a medida que vaya siendo más intenso, este malestar, comenzará a ser más figura y la figura anterior se irá desplazando hacia el fondo. Hasta que llegará un momento en que los cólicos sean tan intensos que está figura se apoderará por completo del sujeto y hasta que no logre resolverla difícilmente pueda volver nuevamente a la figura anterior.
El Dr. Joseph Zinker, uno de los principales exponentes de la Psicoterapia Gestáltica, desarrolló un modelo teórico llamado “Ciclo excitación – contacto – retirada” o “Ciclo de la energía” que es una herramienta excepcional para comprender como funciona el ciclo “Figura/fondo” y los bloqueos que impiden que este se dé de una forma fluida generando los patrones de “gestalt fija” de los que hablaba más arriba.
 Según este modelo, cuando aparece una necesidad, es decir, una figura emerge del fondo, lo primero que la persona percibe es una sensación, el siguiente paso del ciclo es el darse cuenta, momento fundamental en que la persona toma conciencia de que es lo que siente. El siguiente momento es el de movilización de la energía, en el cual la persona hace un inventario de sus recursos disponibles a efectos de satisfacer su necesidad. El siguiente momento es cuando la persona hace contacto con aquello que le va a permitir dar satisfacción a su necesidad. Luego de esto viene el momento de resolución y cierre de la figura o gestalt y, por último, la retirada, con la cual la gestalt se completa y la figura puede pasar al fondo dando lugar de esa forma a la irrupción de una nueva figura.
Un ejemplo que yo utilizo mucho para ejemplificar cómo funciona esto es el del hambre. En el primer momento, lo que existe es una sensación incómoda, un vacío en el estómago, una necesidad que debe ser satisfecha. Para que esto ocurra, esta necesidad debe ser llevada a la conciencia a través del darse cuenta. Ahí es cuando la persona puede identificar aquello que siente, ponerle un nombre, “tengo hambre” y por lo tanto puede poner en juego el siguiente momento del ciclo, al movilizar su energía la persona puede realizar un inventario de sus recursos disponibles para satisfacer su necesidad, “en la heladera tengo un pedazo de queso y unas fetas de jamón” Esto por sí solo no es suficiente, por lo que la persona deberá hacer contacto: solo una vez que coma su necesidad podrá ser satisfecha. Una vez logrado esto, la gestalt se resuelve, pero es necesario un cierre y la retirada para que esta se complete, pase al fondo, y de esa forma, la persona pueda tomar contacto con una nueva necesidad, una nueva figura.
Cada momento de este ciclo es importante y es fundamental conocer cómo funciona en la persona que tenemos enfrente: si es fluido o lento, si la persona se bloquea en alguno de esos momentos y esto le impide completar la figura o si le cuesta soltarla una vez que está completa y eso impide la irrupción de una nueva, porque esto nos permitirá conocer y detectar aquellos padrones de “gestalt fija” de los que hablaba más arriba, dado que por lo general, la persona repite esos bloqueos en las distintas situaciones figura/fondo y en los distintos campos en los que se mueve.
Un ejemplo concreto, un chico descubre a través de su darse cuenta que hay una chica que le gusta, realiza una planificación estratégica muy profunda acerca de cómo abordarla, ensaya día y noche cuál será su forma de pararse frente a ella, su discurso, etc (movilización de la energía), pero, cuando llega el momento de entrar en contacto, sus temores a ser rechazado, su baja autoestima, su miedo al fracaso, lo inmovilizan y se retira sin lograr dar satisfacción a su necesidad. Si este chico nos relata el episodio en una sesión de terapia, podremos hacer una observación fenomenológica que nos permita detectar si la persona realmente contacta con las emociones que esto le genera o si se limita a “hablar acerca de”; podremos preguntarle si esto es algo nuevo o si le ha ocurrido en otras oportunidades y de esa forma podremos detectar si es una situación aislada o si se trata de un patrón de funcionamiento.
Cada momento de este ciclo es muy importante. No es poco frecuente encontrarnos con personas que no logran contactar con lo que sienten. “Me siento mal, pero no logro darme cuenta de qué es lo que me pasa” es un discurso escuchado de forma bastante frecuente en el consultorio. Es que pagamos tributo a siglos de desconexión con nosotros mismos. En esos casos, será muy importante trabajar mucho en re-sensibilizar a la persona. Es muy importante también, conocer cómo es el proceso de darse cuenta de la persona. Como fluye o como se interrumpe, qué cosas la persona deja entrar a su conciencia y qué cosas deja afuera, etc. Por otra parte, una vez que la persona ha logrado avanzar en los distintos momentos del ciclo, ¿logra hacerse cargo de su necesidad o de su deseo y contactar con aquello que le va a permitir satisfacerlo, o por el contrario, es de los que manipulan esperando que los demás se den cuenta de su necesidad y la satisfagan por él? Y, una vez, resuelta la gestalt, ¿logra soltarla y dar de esa forma lugar al surgimiento de una nueva, o queda “prendida” de la misma?
Es importante destacar que, de la observación de todo esto surge también el tipo de mecanismos defensivos que la persona utiliza.
Volvamos ahora al tema del campo y la relación del individuo con su ambiente. Muchos terapeutas gestálticos entienden que lo único importante es lo que ocurre en el “aquí y ahora” en el campo que se constituye en la relación terapéutica, sin embargo, cada vez somos más los que creemos que es de fundamental importancia conocer la historia del paciente y, sobretodo, como veíamos más arriba, observar paralelos entre lo que ocurre en el “aquí y ahora” y esa historia, como forma de encontrar patrones de funcionamiento.
Esto implica una nueva coincidencia con los criterios diagnósticos del DSM IV que establece, por ejemplo, como condición para diagnosticar un Trastorno de Personalidad, que el mismo sea “un patrón permanente e inflexible de experiencia interna y de comportamiento” planteando que el técnico tiene que valorar los rasgos de personalidad a lo largo del tiempo y en diferentes situaciones.
Y lo que es más importante aún, no solo es importante conocer la historia del paciente, sino también de su sistema familiar, dado que muchos de esos patrones son aprendidos por el sujeto en etapas muy tempranas de su desarrollo y algunos incluso, adquiridos de otros miembros del sistema que los desarrollaron antes que él.
Otro aspecto fundamental a tener en cuenta cuando hablamos del campo “organismo/ambiente, es el que tiene que ver con la “cultura” del campo. El DSM IV plantea que “un técnico que no esté familiarizado con los matices culturales de un individuo puede, de forma incorrecta, diagnosticar como psicopatológicas variaciones normales del comportamiento, de las creencias y de la experiencia que son habituales en su cultura”. Ahora bien, no toda cultura es sana. Por ejemplo, en determinados sistemas familiares, el maltrato puede estar naturalizado y ser parte de la cultura del sistema, por lo tanto, una conducta del individuo “desviada” de ese patrón cultural, puede ser muy sana, aunque no sea vista de esa forma por el sistema.
Y por último, cada día siento más la necesidad de ampliar mi percepción del paciente integrando a otros miembros de sus sistemas íntimos. El trabajo con parejas y familias me resulta sumamente esclarecedor para comprender la “cultura” de esos sistemas y observar fenomenológicamente a sus miembros en acción, reproduciendo en el consultorio la realidad cotidiana de una forma mucho más fidedigna y descarnada que en el encuadre individual y pudiendo plasmar en vivo y en directo la premisa de que “el todo es mucho más que la suma de las partes”. El encuadre ampliado permite además observar las formas de relacionarse del paciente más allá de la relación terapéutica: cómo son sus vínculos, si considera solo sus necesidades o es capaz de ver las del otro, o ninguna, si genera vínculos “pegoteados” o logra mantener una distancia sana; si logra tener interacciones significativas o solo se relaciona de manera superficial; si logra sostener una relación, etc. Por otra parte, el observar al sistema en acción, permite en muchos casos, tomar contacto con aspectos o informaciones que de otra forma el paciente nunca traería a la consulta, por ejemplo, conductas desadaptadas que el paciente no vive como problemáticas (egosintónicas). En este punto también tenemos una clara coincidencia con los redactores del DSM IV, que recomiendan recabar información de otros observadores en casos como el mencionado anteriormente.
A modo de cierre, en la Psicoterapia Gestáltica, el diagnóstico no solo tiene lugar, sino que es necesario, pero debe apuntar no a la categorización de la persona, sino a alcanzar una mayor comprensión de la totalidad que esta significa, y se construye en un proceso que surge del contacto entre el terapeuta y el paciente en el “aquí y ahora” de la relación terapéutica, con la finalidad de diseñar un enfoque de intervención basado en el conocimiento que este aporta.

Bibliografía recomendada:
YONTEF, Gary, “Proceso & Diálogo en Psicoterapia Gestáltica”, Cuatro Vientos, Santiago de Chile, 1995
ZINKER, Joseph C., “El proceso creativo en la Terapia Gestáltica”, Paidos, Buenos Aires, 1977
ZINKER, Joseph C., “In search of good form”, A Gestalt Institute of Cleveland Publication, Cleveland, 1994

“Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders” (DSM IV)