lunes, 1 de agosto de 2011

El enfoque gestáltico en la psicoterapia institucionalizada - Segunda Parte



Artículo publicado en Revista Opción Médica del mes de julio

 
Quiero retomar el concepto con el que terminé la primer parte de este artículo en el número anterior: el sutil equilibrio que el terapeuta gestáltico debe mantener a lo largo del proceso terapéutico entre el apoyo y la frustración. Nunca debemos perder de vista que la persona que llega a nuestros consultorios en busca de nuestra ayuda, es una persona sufriente, alguien que sufre porque no logra superar los obstáculos que le impiden realizarse y ser feliz, por lo que es muy probable que acuda a nosotros buscando que le demos las soluciones que necesita. No confía en su auto-apoyo, su propia capacidad de salir adelante y coloca en nosotros ese poder. Como decía anteriormente, en terapia gestáltica sabemos y confiamos en la capacidad de la persona de auto-regularse, de lograr su auto-actualización, por lo que no debemos permitir que el paciente sienta que nuestro apoyo se debe a que consideremos que sea muy débil para apoyarse en sí mismo, sino todo lo contrario. El terapeuta gestáltico demuestra su apoyo a través de su compromiso, su actitud amorosa, su disponibilidad, su apertura y su escucha atenta, pero también frustrará todo intento del paciente de manipular la situación para lograr no hacerse cargo de su responsabilidad para consigo mismo y su proceso de cambio. Y aquí quiero hacer un comentario acerca de algo que se ha convertido en una especie de latiguillo de todos aquellos que critican a nuestra corriente si tener mucha idea de qué se trata y que es la falsa concepción de que “los terapeutas gestálticos son aquellos que te abrazan y te soban la espalda”, concepto que he escuchado en “círculos académicos” pero también en programas humorísticos en la radio. Si bien es cierto que muchas veces abrazamos a nuestros pacientes y que esto es algo que muchos colegas, sobretodo de orientaciones más tradicionales, no ven con muy buenos ojos, lejos de ser una banalización de la psicoterapia como parece inferirse de las críticas, tiene un claro sentido de herramienta terapéutica. El abrazo gestáltico tiene esa clara finalidad y a través del él, el terapeuta intenta trasmitir al paciente su actitud “aquí y ahora”, su presencia disponible y atenta hacia él. Por eso es de fundamental importancia, no abusar del recurso. A lo largo de todos estos años, he observado la enorme utilidad de esta herramienta, cuando es bien utilizada. Sé que algunos colegas pueden, por sus características personales, abusar de este recurso y eso lleve a una mal interpretación del mismo. Y aquí aprovecho a hacer autocrítica, los terapeutas gestálticos hemos sido históricamente reacios a la teorización y a plasmar lo que hacemos en el papel, y es así como si uno recorre los escaparates especializados de cualquier librería, encontrará muchísimo material de las demás corrientes y poco y nada de la nuestra, lo que nos ha llevado a que mucha gente desconozca de qué se trata nuestro abordaje y de cómo es nuestra forma de hacer terapia, y de ahí mi interés por aprovechar esta excepcional oportunidad que me brinda la revista.
Pero volviendo a la frustración, cuando ésta se da en un contexto amoroso, con sentido, apunta a un enriquecimiento de la relación y a llevar a ésta y al paciente a un lugar de mayor salud y libertad.
No podemos olvidar que, más allá de bloquear el desarrollo de la persona, la neurosis actúa como un verdadero mecanismo de supervivencia que la persona ha necesitado aprender para vivir y conseguir cosas, y que responde a una historia personal determinada, y por lo tanto, aunque ya no resulte eficaz, tiene como beneficio secundario la seguridad de lo conocido. Por lo que para que haya progreso, es imprescindible que algo de esa estructura tenga que ceder y para que esto ocurra, muchas veces es necesario la frustración y confrontación de esas formas de funcionamiento, siempre en un contexto de contención, aceptación y apoyo. No olvidemos que, cuando uno frustra con implacabilidad, por lo general cuestiona aspectos nucleares de los esquemas de funcionamiento del paciente por lo que también se ponen en juego todas sus resistencias, y esto genera fricciones que pueden poner en juego el propio vínculo terapéutico, por lo que es fundamental que dicho vínculo esté lo suficientemente fuerte como para resistir esos embates e incluso salir fortalecido de los mismos.
En terapia gestáltica no trabajamos con diagnóstico; no porque dudemos de la utilidad de los mismos, sino porque creemos en la necesidad de tener, por parte del terapeuta, una mirada que vea al otro con una visión no interferida por pre-conceptos ni prejuicios de ningún tipo, sin ninguna hipótesis sobre lo que vamos a encontrar y que nos pueda condicionar a la búsqueda de su confirmación. Creemos en la necesidad de un vacío conceptual que facilite ver más allá de lo que debería haber. Como dice el terapeuta gestáltico catalán Joan Garriga, “si no hay una intención de búsqueda en el mirar y el escuchar, si no hay un querer encontrar algo, entonces aparece todo como relevante y genuino aún hasta lo más pequeño”.
En terapia gestáltica vemos a la persona como un todo y por lo tanto trabajamos para lograr la integración de las distintas partes en conflicto. No es posible lograr la auto-regulación y el auto-apoyo si la persona no logra integrar y respetar todos los aspectos, contextos y partes de sí mismo. Cuando excluimos, cuando rechazamos aspectos de nosotros mismos, todo lo excluido busca abrirse camino y ser representado generalmente de modo problemático, como por ejemplo a través de la enfermedad, tanto física como psíquica, emocional o espiritual.
Otro aspecto nada menor a tener en cuenta en todo proceso terapéutico, tiene que ver con el sistema de creencias que maneja la persona. Todos vamos generando a través de nuestra historia creencias de distintos tipos, algunas heredadas, otras adquiridas, otras que responden a la interpretación de los hechos que vamos haciendo y no necesariamente a los hechos mismos. Toda creencia genera emociones y éstas a su vez van coloreando nuestra visión de la realidad. Sabido es que todos estructuramos nuestro campo perceptivo a partir de nuestros intereses y también del sistema de creencias que manejamos; por eso una visión pesimista de la realidad, por el contrario, una visión idealizada o falta de sentido común, también pueden generar obstáculos en nuestro camino hacia la realización y la felicidad.
El Método C.M. Maultsby de la facultad de medicina de la Universidad de Howard, puede ser de gran utilidad en este sentido. El mismo consiste en realizar al paciente cinco preguntas que permiten determinar qué tipo de creencias maneja:

1.- Esta creencia, ¿me ayuda a proteger mi vida y mi salud?

2.- ¿Me ayuda a alcanzar los objetivos que me he fijado a corto y largo plazo?

3.- ¿Me ayuda a resolver o a evitar mis más difíciles conflictos (ya sea que se trate de conflictos internos o con otras personas)?

4.- ¿Me ayuda a sentirme como me quiero sentir?

Y si el caso lo requiere, preguntar también:

5.- ¿Se basa en hechos esta creencia?

Si responde que sí a tres o más de estas preguntas, entonces se considera que la creencia es relativamente sana. Si hay menos respuestas afirmativas o no hay ninguna, es importante que la persona cambie su creencia por otra más saludable.
Ahora bien, ningún cambio a nivel de las creencias tiene realmente eficacia si no va de la mano con la experiencia, por eso, en la terapia gestáltica la experimentación, tanto en el consultorio como en la vida misma, es fundamental.
La terapia gestáltica es una terapia dialogal que sigue el modelo Yo-Tú por lo tanto es una terapia de contacto y de relación. Fritz Perls habla de un campo unificado entre organismo y ambiente, es decir, este abordaje no concibe a la persona separada de su ambiente. El enfoque gestáltico es un enfoque holístico, y eso implica que no podemos desconocer bajo ningún concepto que el paciente es parte de distintos sistemas: su familia, su trabajo, su lugar de estudios, su comunidad, y por lo tanto, sus interacciones con esos sistemas influyen en su realidad y en la de los sistemas. Como diría el gran filósofo español José Ortega y Gasset, “uno es uno y sus circunstancias”
Por otra parte, cada vez somos más los terapeutas gestálticos que consideramos sumamente necesario conocer de dónde viene el paciente, cómo es su núcleo familiar, cómo son sus vínculos con los demás integrantes del mismo y entre ellos, y hacia atrás, hacia las generaciones anteriores tratando de detectar esas “lealtades invisibles” que se van tejiendo en el sistema e influyen, en muchos casos de manera decisiva, en el Aquí y ahora. Como dice Joan Garriga, “según el modelo sistémico, el sistema que más influye en la persona es la familia y la red de vínculos familiares a la que pertenece y la hipótesis principal afirma que los estados anímicos, vivencias, problemas, guiones de vida y destino de las personas se explican y se resuelven si se encara la posición que la persona ocupa en dicho sistema” Y para esto, una herramienta de gran utilidad es el “genograma” donde se va construyendo una suerte de árbol genealógico y donde se presta especial atención a todo lo vincular.
Para terminar me gustaría compartir un caso en el que me tocó trabajar y que creo sintetiza todo lo aquí expresado.
Hace un tiempo llegó a mi consulta una señora en el entorno de los cuarenta años que venía derivada por su psiquiatra tratante a raíz de una crisis depresiva. Desde el primer momento se le veía muy angustiada, con una expresión de mucha tristeza y abatimiento. Cuando le pregunté si podía asociar su estado a algo puntual, me contó que había comenzado cuando se enteró que su hijo de 17 años era homosexual. Acto seguido se puso a llorar desconsoladamente. Poco a poco me fue contando que tenía 2 hijos, que éste del que me había hablado era el menor; que estaba separada desde hacía muchos años, que el padre de sus hijos era una figura prácticamente ausente por lo que ella se había visto en la necesidad de cubrir los dos roles, que eso le resultaba sumamente desgastante y que, para poder sostener a la familia y darle a sus hijos lo mejor, había tenido que tomar dos trabajos, por lo que era muy poco el tiempo que estaba en su casa, y además, como llegaba muy cansada, el tiempo que estaba con sus hijos, no era de la calidad que ella quisiera.
Todo esto, que lo fue contando en nuestro primer encuentro, me fue permitiendo ir haciendo una composición de lugar que me permitía inferir, que detrás de su angustia estaba el dolor y la frustración que le generaba el saber de su hijo “diferente”, pero además, mucha frustración y sobretodo mucha culpa por el tipo de vida que había llevado hasta el momento que, de alguna forma, ella sentía era la causante de lo que pasaba con su hijo.
Era evidente que la noticia de su hijo había generado en esta mujer una verdadera hecatombe que le movía toda su estructura y le hacía cuestionamientos muy profundos, pero contábamos solo con 24 sesiones por lo que no nos podíamos embarcar en un proceso de revisión de su vida, sino que teníamos que plantearnos objetivos concretos y alcanzables. En todo caso, el éxito del trabajo que hiciéramos juntos podría generar en ella la necesidad de iniciar un proceso de otro tipo a posteriori.
Lo primero que le propuse fue centrarnos en lo que sentía respecto de su hijo aquí y ahora. Como era de esperar, lo primero que surgió fue la pregunta de “¿Qué hice mal?” y acto seguido sus miedos. Ante esa pregunta le pedí que me contara cómo era su hijo y me habló de un chico muy bueno, sumamente afectuoso, responsable, buen estudiante, con metas claras y, sobretodo, muy buen hijo, así que mi comentario fue “parece que no has hecho las cosas tan mal” y allí conocí su sonrisa.
A la sesión siguiente le propuse trabajar sobre las fantasías que le generaba la condición de su hijo. Ella aceptó y, como era de esperar, todas eran negativas. Como se podía intuir, el sistema de creencias que esta persona tenía acerca de la homosexualidad y de la vida que un homosexual pudiera tener, jugaba un rol decisivo. Tenía una visión sumamente negativa y pesimista acerca de estos dos aspectos y fue necesario cuestionar y confrontar fuertemente estas creencias para que pudiese comenzar a ver a su hijo desde otro lugar, por cierto mucho más saludable, que le permitiera, por un lado, aceptar a su hijo y volver a verlo como un todo y no solo su condición, y por otra, liberarse de sus culpas y aliviar su angustia.
En una sesión posterior me contó que su hijo le había dicho que no se preocupara, que nunca iba a tener pareja porque nunca se separaría de su lado, que siempre iba a estar con ella, por lo que le pregunté que sentía al respecto, a lo que me contestó que no quería eso, que quería que su hijo hiciera su vida, que fuera feliz. Ella sentía, y seguramente no estaba muy alejada de la realidad, que su hijo se sentía en deuda con ella por todo lo que había hecho por él y su hermana, y esa lealtad le llevaba a renunciar a un proyecto personal. Esto le angustiaba aún más por lo que vimos la necesidad de que hablara con su hijo, que le expresara lo que sentía al respecto y de esa forma, lo habilitara a buscar su felicidad. Y así lo hizo, con tan buen éxito que poco tiempo después se enteró que estaba conociendo a alguien, lo cual nos enfrentaba a la posibilidad de otro momento crucial, si todo marchaba bien entre su hijo y esa persona, más temprano o más tarde iba a tener que conocerla, por lo que trabajamos mucho sobre eso. Así fue como a la sesión 19 llegó con la noticia que el domingo anterior había conocido a la pareja de su hijo y estaba realmente sorprendida, no sólo de cómo había podido pasar por el trance, sino también de lo bien que se sentía después de haberlo hecho. Pero además, se sentía sumamente feliz por lo bien y feliz que veía a su hijo. Como dice una de las leyes fundamentales de la Psicología de la Gestalt, “cualquier modificación en una de las partes afecta al todo”, por lo tanto, todo lo que fue cambiando mi paciente durante el proceso que hicimos juntos, no sólo le fue permitiendo revertir su angustia y depresión, sino que le permitió cambiar la percepción que tenía acerca de la homosexualidad y de esa forma vincularse de una manera mucho más fluida y saludable con su hijo, y a su vez le permitió a éste liberarse de esas lealtades que le impedían buscar su felicidad, sentirse aceptado, respetado y habilitado para encontrar su propio camino. Muchas veces pienso en lo interesante que sería tomar una foto de los pacientes al comenzar el proceso y otra al terminar porque es realmente fascinante observar cómo cambia la expresión de sus rostros. Este fue uno de los casos más notables en ese sentido. Cuando nos despedimos en la sesión de cierre, esta persona era realmente otra, estaba radiante, llena de vida y de ganas de vivirla y hasta se la veía más joven. Y creo no equivocarme si digo que cumplimos con creces los objetivos que nos planteamos al comenzar el proceso. De hecho, tuvimos nuestro cierre en la sesión 22.