martes, 30 de agosto de 2016

PSICOTERAPIA GESTÁLTICA, LA TERAPIA DE LA RESPONSABILIDAD

Tal vez por el aspecto de “viejo gurú” del que hizo gala Fritz Perls sobretodo en los últimos años de su vida, o por los vínculos que desde el inicio esta corriente ha tenido con los movimientos contra-culturales. Tal vez porque siempre se planteó como una opción mucho más fresca y des acartonada que el psicoanálisis, o por el uso del contacto como herramienta terapéutica que muchas veces ha sido mal interpretado, el hecho es que mucha gente, sobre todo  dentro del propio ambiente de la Psicología, ha visto a nuestra corriente como algo poco serio, poco académico e incluso superficial.
Sé que quizá a algunos les pueda rechinar que podamos sentarnos en el suelo durante la consulta, o que tomemos mate con el paciente, o que los despidamos con un abrazo, pero  creo muy poco serio juzgar a un abordaje terapéutico solo por algunos “signos” externos sin siquiera tomarse el trabajo de profundizar aunque sea un poco en la teoría y la metodología que sustenta nuestro trabajo.
Sé también que ha sido un signo característico de nuestra corriente el no ser muy afectos, quienes la practicamos, a la elaboración teórica, aunque, sobre todo en los últimos años, cada vez más colegas se animan a incursionar en este aspecto y cada vez son más los libros sobre “Psicoterapia Gestáltica” o sobre diversas temáticas pero desde una perspectiva gestáltica que aparecen en los anaqueles de las librerías, o los espacios que han ganado distintos colegas en los medios de comunicación.
Me incluyo en esa “corriente” dentro “la Gestalt” y desde hace ya un buen tiempo decidí hacer mi modesto aporte a ese empeño por lograr que esta tenga el lugar que le corresponde y se merece entre las corrientes más importantes de la Psicología moderna. Así es como he publicado varios artículos tanto en mi blog personal, encuentroconelbrujo.blogspot.com.uy como en la revista especializada en temas de Medicina “Opción Médica”, donde intento abordar distintos temas desde una perspectiva eminentemente gestáltica.
Por todo lo anterior y con el deseo de hacer mi modesto aporte a una mayor comprensión de “lo que hacemos los gestálticos”, es que decidí escribir una serie de artículos en esta plataforma y compartir con ustedes, la menos mi visión y mi sentir sobre este abordaje que decidí abrazar hace ya muchos años y con el que me siento cada vez más compenetrado.


Como primer entrega quiero referirme a un concepto que siento muchas veces ha sido mal interpretado, tal vez porque no hemos sabido comunicarlo adecuadamente, pero que considero fundamental a la hora de comprender por donde va nuestro abordaje: la “desestructuración del ego”. Sé que a mucha gente esto puede sonarle alarmante y que muchas veces ha sido mal interpretado al punto de creer que en nuestra “corriente” podemos llegar a “psicotizar” a nuestros pacientes al supuestamente poner en riesgo su estructura psíquica lo cual sería una muestra clara de nuestra irresponsabilidad profesional. Sin embargo, nada está más alejado de eso que nuestro abordaje.
Desde nuestra perspectiva, todos nacemos con una esencia, el “self” o “si mismo”, pero desde que comenzamos a interactuar con el mundo exterior, comenzamos a percibir que los demás tienen expectativas sobre nosotros y junto a ello aprendemos que, si le damos al ambiente aquello que espera de nosotros, podemos manipularlo. Así el bebé aprende que si dice “ajó”, el ambiente se lo festeja, que si come, papá y mamá están felices, que si se porta bien y es un/a buen/a niño/a, todo el mundo estará satisfecho. Y también aprende que si juega al futbol aunque no le guste, su papá está contento y le presta atención pero que si le dice que prefiere hacer otra cosa, pierde su aprobación por lo que comienza a hacerse cargo de las expectativas de los demás en un proceso que le puede acompañar el resto de su vida.
Es, en esas interacciones con el ambiente, va construyendo su ego, esa capa que va recubriendo al self y que está compuesta en gran medida por el “deber ser”, todo aquello que los demás esperan de él/ella o lo que es peor, lo que cree que el ambiente espera de él/ella.
Y así, cuanto más crece su ego, más se aleja de su “si mismo”, más se aleja de su esencia.
Por eso, la “desestructuración del ego” que proponemos es precisamente el proceso a través del cual la persona va desprendiéndose de todos esos “no yo” de todo eso que no es, para recuperar el contacto con su esencia más profunda y así poder lograr el objetivo último de la Psicoterapia Gestáltica, que cada uno se convierta en la mejor versión de sí mismo.
Fritz Perls planteaba que la psicoterapia se puede asimilar al proceso de pelar una cebolla, ir desprendiendo las distintas capas que constituyen la neurosis hasta llegar al núcleo, el sí mismo, el verdadero yo.
Él describe cinco capas que van desde lo más superficial a lo más profundo: los clichés, los roles, el impasse, la implosión y la explosión.
La capa de los clichés es la más superficial y la que tiene mayor contacto con el exterior. En general es muy resistente y opaca por lo que impide ver hacia el interior y está formada por los lugares comunes y todas esas conductas y formas de comunicarnos estereotipadas y generales, todas esas convenciones “políticamente correctas” a las que adherimos sin ni siquiera cuestionarnos.
La segunda capa es la de los roles, de los lugares que ocupamos en nuestras relaciones con los otros y con el mundo. El/a “pobrecito/a”, el/a “problemático/a”, el/a “loco/a”, el/a “salvador/a”, todos esos roles en los que somos colocados y que asumimos, y que, aunque puedan incomodarnos por momentos, mantenemos porque nos dan pertenencia y la seguridad de lo conocido.
Cuando logramos “pelar” las dos primeras capas de la cebolla, nos enfrentamos a la tercera, el impasse.
Las dos primeras capas son las que sostienen el “ego”, la idea que tenemos de nosotros mismos y la imagen que mostramos al exterior, por eso, cuando logramos desprendernos de ellas, se produce una verdadera desestructuración que nos lleva a sentirnos perdidos, sin rumbo, al perder las referencias de lo que creíamos ser.
Si bien transitar por el impasse puede resultar muy doloroso y angustiante, es fundamental para lograr avanzar en nuestro camino de encontrarnos con nosotros mismos.
La siguiente capa fue denominada por Perls implosión, porque conlleva una vuelta hacia adentro. Toda nuestra atención y energía está orientada a recomponernos del desorden y el caos que generó el impasse, de la muerte de la persona que fuimos hasta ese momento.
La última capa es la explosión, es el momento en que, una vez que hemos conectado con el dolor que conlleva la implosión, podemos expresar esa tensión con el consiguiente alivio posterior. Es a partir del re encuentro con nuestra esencia, con la profundidad de nosotros mismos, que podemos entrar en contacto verdadero con nuestras emociones y expresarlas y es a partir de aquí que podemos abandonar el sufrimiento que venimos acarreando desde épocas inmemoriales para dar lugar a lo novedoso y crecer y desarrollarnos como la persona que estamos llamados a ser.
Pongamos un ejemplo. Juan es un hombre correcto, siempre se comporta de forma cortés, nunca dice nada fuera de lugar y es prácticamente imposible tener un desacuerdo con él. Podríamos decir que se comporta según todos los clichés de que impone el “deber ser”. Por otra parte, tanto en su familia como en el trabajo o en su grupo de amigos, es siempre el “componedor”, el que trata de mediar entre las partes siempre que ocurre un conflicto, el que trata de que todo el mundo esté bien y contento. Ese es su rol existencial, es lo que aprendió a hacer desde pequeño, la configuración que dio a su “campo” y repite en todas sus relaciones.
Sin embargo hay algo que no le cierra, se siente mal, inquieto, perturbado. Todo se desencadena cuando tiene un problema importante con un compañero de trabajo que le genera mucha bronca y frustración, sentimientos que siente debe reprimir porque “debe preservar el buen ambiente laboral”. Esto le genera un monto de angustia y ansiedad muy grande porque se debate entre dos “lealtades” la que siente debe tener consigo mismo y que le impulsa a expresar lo que siente, y la que siente debe a su entorno, que siente le acepta y reconoce en tanto es el “buen empleado y compañero” que ha sido desde siempre.
Todo esto lo mantiene sumido en un estado de angustia importante que se manifiesta en los distintos ámbitos de su vida, por lo que, luego de resistirse por un tiempo, decide comenzar un proceso terapéutico.
A medida que va avanzando en la terapia va descubriendo como la situación conflictiva con su compañero le dificulta seguir sosteniendo ese rol existencial que con tanto éxito ha desarrollado por años al ponerlo en contacto con sentimientos de frustración y broca muy pocos frecuentes en él. Descubre así como desde tiempo inmemorial ha tratado siempre de ser un “niño bueno”, un “alumno ejemplar”, un correcto empleado. En suma, siempre ha tratado de agradar y obtener la aprobación de los demás haciendo todo lo que “se debe hacer” reprimiendo para ello muchas veces lo que sentía deseos de hacer.
Y descubre también que ese rol de “componedor” que siempre ha ejercido en los diferentes ámbitos de su vida es en realidad su forma de evitar todo tipo de conflicto y la enorme angustia que estos le generan.
Uno de los aspectos más importantes y diferenciales de la Terapia Gestáltica está dado por el hecho de que para nuestro abordaje es mucho más importante el “como” y el “para que” que el “por qué”. “Como” es que hago para sostener y reproducir siempre el mismo “rol existencial” y “para qué” me sirve hacerlo. En este caso, una vez que descubrió todo lo que hacía para sostener ese lugar en el mundo que había construido, el “como”, solo le restaba “darse cuenta”, hacer consciente “para que” lo hacía. Fue sumamente iluminador para él cuando descubrió el profundo dolor que desde muy pequeño sentía cada vez que sus padres discutían y como aprendió a mediar entre ellos para tratar de evitar los conflictos y a su vez, como asumir ese rol de “componedor” en los distintos ámbitos en los que se movía le fue otorgando reconocimiento. Sus padres no lo “veían” cuando discutían y él presenciaba esas discusiones pero si lo “veían” cuando lograba desviar su atención y evitar de esa forma los conflictos. Y así como en su casa, en todos lados.

Ahora bien, ¿de qué nos sirve hacer consiente lo que nos ocurre si no hacemos algo con ello? Aquí es donde la terapia debe servirnos para asumir de forma consiente y plena la responsabilidad sobre nuestra Vida. Si solo nos quedamos en una consciencia que nos facilita justificar nuestras conductas y “llorar sobre la leche derramada”, entonces el efecto de la terapia será muy pobre y limitado. El verdadero éxito de la terapia consiste precisamente en que la persona logre el auto sostén, y con el la responsabilidad plena de su existencia.
Para esta persona fue muy importante asumir consciencia de todo eso, pero no alcanzaba, ahora debía hacer algo con lo que había descubierto. Al principio entró en un impasse, no lograba reconocer que era de él y que era lo que había asumido para complacer a los demás, que cosas hacía porque las sentía y que porque era lo que “había que hacer”. La estructura de ese ego construido durante años se iba resquebrajando de forma inexorable.
Así que tuvo que “implotar”, ir hacia su interior más profundo a reencontrarse consigo mismo, con su verdadera esencia, su verdadero yo. No fue fácil. Muchas veces nuestra voz interior es tan fuerte y nos interpela tanto que debemos reprimirla muy fuertemente para poder sostener el “status quo”, nuestra “zona de confort” como se le llama hoy día, y eso genera que le tengamos verdadero pánico. Es que en ese afán por convertirnos en lo que los demás esperan de nosotros nos hemos alejado tanto de nuestra esencia que la desconocemos y nos asusta y activa todas nuestras resistencias.
Pero una vez que logramos vencer el miedo y nos contactamos con ella, sentimos un gran alivio. Al igual que el héroe que debe enfrentar mil batallas, al fin hemos vuelto a casa.
Es en este momento en que tenemos que tomar una de las decisiones más trascendentes de nuestra vida, si no la más, debemos decidir qué hacer con ella. Es ahí, en nuestra soledad más absoluta donde toda nuestra responsabilidad se pone en juego. O seguimos manteniendo ese personaje que hemos construido a lo largo de nuestra vida, nuestro ego, y seguimos buscando afuera culpables para nuestras desdichas, o asumimos plenamente la responsabilidad por nuestra existencia y entonces “explotamos” como quien realmente somos haciéndonos cargo de nuestros deseos y necesidades, de nuestro potencial y de nuestras carencias, en definitiva, de nosotros mismos.
Esa fue la decisión a la que se enfrentó la persona de la que hemos estado hablando y de la que no se arrepiente. Obviamente no es un proceso fácil. Como en cualquier revolución, las fuerzas conservadoras seguirán agazapadas por mucho tiempo esperando el momento justo para dar el zarpazo, pero esta persona se está sintiendo tan bien siendo ella misma que cada vez está más fuerte para sostenerse y soportar esos embates.
En la sesión anterior a que escribiera esto me contaba con gran satisfacción y asombro como pudo sostener una decisión sumamente trascendente sobre su trabajo yendo en contra del deseo y las expectativas de sus compañeros y sus superiores pero siendo totalmente coherente con su deseo, algo totalmente impensado meses atrás.

Fue muy hermoso observarle contándome la reunión donde comunicó su decisión. Su voz, la expresión de sus ojos, su presencia física, todo hablaba de su cambio y de su satisfacción.