domingo, 18 de abril de 2010

Flash Forward, Heisenberg y la teoría del vaso



Flash Forward es una exitosa serie de la cadena norteamericana ABC. Comienza su primer episodio con el agente del FBI Mark Benford (Joseph Fiennes) despertando dentro de su coche volcado, en medio de un caos generalizado. Poco a poco nos vamos enterando que, ese día, 6 de octubre de 2009, todos los habitantes del planeta han perdido el conocimiento durante 2 minutos 17 segundos al mismo tiempo, y que, durante lo que a partir de allí pasará a llamarse el apagón, las personas tuvieron una visión, flash forward, de lo que estarán haciendo seis meses después, el 29 de abril de 2010.

Pero no todos tuvieron su flash forward, el agente Demetri Noh (John Cho), es el primero en decirnos que no vio nada. Más tarde nos enteraremos que no está solo, de hecho, muchos se están organizando en una especie de secta que se hace llamar “Los fantasmas” y se conectan a través de una página web que los nuclea. Todos ellos creen que el no haber tenido visión indica que para esa fecha estarán muertos.

La serie nos plantea la duda de sí el haber visto el futuro implica que éste irremediablemente se cumpla o sí podemos modificarlo. Todo parece indicar que no hay forma de evitar el destino y muchos actúan en función de esta creencia. De hecho, los propios flash forwards funcionan como disparadores para que tomen decisiones que parecen confirmar cada vez más que estos se van a cumplir. Pero otros sostienen que lo que nos permite conocer el futuro es precisamente la posibilidad de elegir si nos resignamos a que así sea o si intentamos cambiarlo. El agente Al Gough (Lee Thompson Young), con su dramática decisión nos muestra que la esperanza depende de nosotros.

En el sexto capítulo de la serie, otro de los protagonistas, el físico cuántico Simón Campos (Dominique Monaghan) se encuentra en el bar del tren en que viaja con una chica a la que intenta seducir alardeando de su condición de genio. Como parte de su estrategia y ante el escepticismo de ella, Simón trata de explicarle un concepto básico de la física de partículas a través de una versión de lo que se ha dado en llamar el experimento del gato de Schroedinger.

Werner Heisenberg es, junto con Albert Einstein y Niels Bohr, uno de los exponentes más importantes de la física moderna y junto con este último, puede considerarse como uno de los padres de la física cuántica o de partículas. En sus investigaciones, estos científicos comenzaron a observar que la realidad que encontraban en el mundo sub atómico ya no podía ser explicada por los conceptos y leyes que regían a la ciencia hasta ese momento, ya no podían asimilar el mundo material a una máquina constituida por una multiplicidad de objetos distintos, sino que en vez de eso, este surgía como un todo indivisible, una red de relaciones que incluía al observador humano de forma esencial.

Una de las grandes paradojas que atribulaban a los investigadores en los inicios de los años veinte, era la naturaleza dual de la materia subatómica, que surge a veces como partículas y otras como ondas.

Werner Heisenberg verificó que las paradojas de la física cuántica surgen cuando intentamos describir los fenómenos atómicos en términos clásicos. Reconoció además, que el formalismo de la teoría cuántica, no puede ser interpretado en los términos de nuestras nociones intuitivas de espacio-tiempo, o de causa-efecto y tal vez su más grande aporte fue el expresar esas limitaciones de los conceptos clásicos de una forma matemática precisa, el “Principio de Incertidumbre”. Este mide el grado en que el observador incide en las propiedades del objeto observado por el propio proceso de medición. En la física atómica, los científicos ya no pueden ejercer el papel de observadores objetivos y parciales, ellos están envueltos en el mundo que observan. En el nivel más fundamental, el principio de incertidumbre es una medida de cuánto el universo y uno están inter-relacionados.

Hagamos un ejercicio, si imagináramos un microscopio que pudiese hacer visible un electrón, como con cualquier otro objeto, para poder verlo, deberíamos proyectar una luz o alguna especie de radiación apropiada sobre él. Pero un electrón es tan pequeño que un solo fotón de esta luz lo haría cambiar de posición apenas lo toca. Es decir, en el preciso instante de medir su posición, su posición se alteraría. Es decir, no hay forma de que el observador no incida en la observación. A partir de esto, se decreta la muerte de la objetividad imparcial de que hacía gala la ciencia.

El "Principio de Incertidumbre" afectó profundamente al pensamiento de los físicos y los filósofos y ejerció una influencia directa sobre la cuestión filosófica de la relación de causa y efecto, o causalidad.

Muchos han sido los ejemplos y experimentos que se han generado para tratar de demostrar lo que implica este “Principio” pero sin duda el más renombrado es el experimento del gato, propuesto por Erwin Schrödinger, padre de la llamada “mecánica ondulatoria” y al que hace referencia de forma simplificada el personaje de Simon Campos en el episodio arriba mencionado.

Schrödinger sugirió realizar el siguiente montaje: se mete un gato dentro de una caja que contiene una ampolla de vidrio en la que se ha encerrado un potente veneno volátil. Se coloca además un martillo sujeto encima de la ampolla. El martillo puede ser liberado eléctricamente y está conectado a un mecanismo detector de partículas alfa. Si llega al detector una partícula alfa el martillo cae, rompe la ampolla y el gato muere. De no ser así, no ocurrirá nada y el gato continúa vivo. Para completar el experimento, se coloca un átomo radiactivo en el detector. Este átomo es inestable, por lo que existe un 50% de probabilidades de que, en una hora, emita una partícula alfa. Es evidente que al cabo de una hora habrá ocurrido uno de los dos posibles desenlaces: o el átomo ha emitido una partícula alfa o no la ha emitido. La probabilidad de que ocurra una cosa o la otra es idéntica.

El resultado de toda esta interacción es que el gato del interior de la caja está vivo o está muerto. Pero no podemos saberlo si no la abrimos para comprobarlo.

Si se describe lo que ocurre en el interior de la caja aplicando las leyes de la mecánica cuántica, se llega a una conclusión muy extraña. El gato estará descrito por una función de onda extremadamente compleja, resultado de la superposición de dos estados combinados al cincuenta por ciento: "gato vivo" y "gato muerto". Es decir, aplicando el formalismo cuántico, mientras no se lo observa el gato está a la vez vivo y muerto; se trata de dos estados indistinguibles.

La única forma de averiguar qué ha ocurrido con el gato es realizar una medición: abrir la caja y mirar dentro. En unos casos nos encontraremos al gato vivo y en otros casos estará muerto. Pero, lo dramático del tema es que, según la mecánica cuántica, al realizar la medida el observador interactúa con el sistema y lo altera, rompe la superposición de estados y el sistema se decanta por uno de sus dos estados posibles. Por lo que es el observador quién termina decidiendo si el gato está vivo o está muerto.

Esto es lo que Flash Fordward nos plantea, y por eso la referencia del Dr. Campos al experimento, hasta que los sucesos no ocurran, coexisten los dos estados, que el futuro se cumpla tal como aparece en las visiones, y que no se cumpla y es cada uno con sus acciones quien tiene el poder de definir cuál será el resultado final. Como le dice Mark Benford a su compañero Demetri, hasta que las cosas no ocurran, solo podemos hablar de posibilidades.

Si bien es una idea muy antigua, últimamente se ha hecho muy común plantear la disyuntiva acerca del vaso por la mitad y en cuál de sus partes hacemos énfasis, lo que me he permitido llamar la “teoría del vaso”.

Creo firmemente que esta disyuntiva hace referencia a la actitud frente a la vida. Mientras que las personas con tendencia a mirar la parte medio vacía del vaso, son, en general, pesimistas, disconformes y están mucho más pendientes a lo que falta, las que miran la parte medio llena, suelen tener una actitud positiva, que valoran sobre todo lo que hay, lo aprovechan y disfrutan.

Todo en la vida es polar, todo tiene su lado bueno y su lado malo. Una de las peores cosas que me pasó fue sin duda la muerte de mi padre, sin embargo, gracias a ella tengo mi casa. De hecho, la vida es un continuo muerte- nacimiento, y muchas veces es imprescindible que haya muerte para que haya vida y cuando no asumimos esa realidad estamos en problemas. El gran tema es con qué nos quedamos, cual porción de la realidad elegimos.

El Dr. Carl Simonton es un prestigioso médico oncólogo norte americano que viene desarrollando desde hace varios años un revolucionario y exitoso enfoque de tratamiento para el cáncer. Si bien tal vez sería muy bueno referirme más profundamente al mismo por las impresionantes implicancias que tiene no solo para el tratamiento de esa terrible enfermedad, sino para el abordaje de todo tipo de dolencia, tanto física como emocional, quiero en este momento mencionar uno de los aspectos que creo más interesantes de su enfoque.

El Dr. Simonton plantea la importancia fundamental que tiene a la hora de encarar el tratamiento, el estudiar cómo funciona el sistema de creencias del paciente y cuál es su postura frente a la vida. El sostiene que, cuando una persona recibe el diagnóstico, reacciona con uno de estos tres pensamientos básicos, negativo, mágico, o positivo. El que utiliza pensamiento mágico es el que espera y confía en que una fuerza externa le va a curar. El que utiliza pensamientos negativos, poco menos que se ve ya en su velorio y baja los brazos frente a la enfermedad. Y el que utiliza pensamientos positivos es el que, sin dejar de tomar contacto con la gravedad del problema, se propone hacer todo lo que sea necesario para buscar las mejores formas de enfrentarlo ya sea para vencerlo o para tener la mejor sobrevida posible, esto por supuesto, no es excluyente con la Fe, pero lo que él plantea es un poco el viejo dicho de “a Dios rogando y con el mazo dando”, aunque crea en un poder superior que me va a ayudar, igualmente hago todo lo que esté a mi alcance.

Obviamente, todos el algún momento de nuestras vidas utilizamos los tres tipos de pensamiento, pero lo que plantea Simonton es tratar de descubrir cuáles son los predominantes en el paciente.

Salvando las distancias, en mi trabajo con los fumadores, muchas veces me encuentro con estas tres formas de enfrentar el problema. Están los que se enteran que existen medicaciones que ayudan a dejar de fumar y concurren a la consulta buscando la “pastillita mágica” y cuando les decimos que no existe tal cosa, que lo que hay es medicación de apoyo, más el apoyo médico y psicológico que nosotros le podemos dar, pero que nada puede sustituir su voluntad y que va a ser fundamental lo que él haga para lograr el objetivo, automáticamente dejan de venir. Están también los que al menor contratiempo o recaída, se deprime, siente que nunca lo va a lograr y también abandona, y está el que acepta lo difícil del tema, asume la responsabilidad que le compete en el éxito del tratamiento y aprovecha al máximo todo lo que podemos hacer por él. Este es el que logra los mejores resultados, sigue el tratamiento hasta el final y, por lo general, no solo logra dejar de fumar, sino también entra en contacto con su poder personal y comienza a general otro tipo de cambios en su vida.

En mi práctica profesional muy frecuentemente me encuentro con personas que están atravesando por episodios de depresión y en ellos, por lo general, las personas suelen teñir todo de gris, cuando no de negro, y por lo tanto, hacen figura en todo lo que no pueden. Por ejemplo, una queja muy común es acerca de lo que les cuesta levantarse o hacer lo que “tienen que hacer”, y mi pregunta es siempre, “ya sabemos lo que te cuesta, pero ¿lo hiciste o no?”. Creo sumamente importante que la persona valore lo que logra, lo importante no es cuanto le costó levantarse, lo que importa es que lo hizo, lo que puede, porque creo firmemente que haciendo figura allí es que conseguirá las fuerzas para salir adelante y cambiar su realidad. Y son muchos los casos que podría nombrar en que esto ha dado excelentes resultados.

En suma, todo esto apunta a demostrarnos que somos dueños de nuestro destino, que tenemos el poder de decidir cómo queremos que éste sea y que según cuál sea la actitud que tengamos, la parte del vaso en la que hacemos figura, podremos hacer que nuestra vida valga la pena y hacerla disfrutable. Y lo más importante, esto implica asumir la responsabilidad de nuestra existencia.

4 comentarios:

  1. Somos responsables no sólo de nuestra existencia sino de todo el Universo. Somos en la medida que somos parte de ese Universo. El Universo nos necesita, necesita nuestro espíritu, que llenemos el Universo del Espíritu de Dios.

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  2. Hola Rafael, felicitaciones por el blog, comparto totalmente el pensamiento, las dudas existenciales nos superan en nuestras limitaciones humanas, sin embargo cuanto mas reflexionamos y le sumamos nuestras experiencias concluimos que somos nosotros con nuestras actitudes los forjadores de nuestro destino.

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  3. Rafa, lo volví a leer y es sencillamente excelente! Deberías seguir escribiendo. Un abrazo. PAOLA

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  4. Muchas gracias por compartir esta visión tan esperanzadora y responsable sobre la vida.
    ´¿se puede comprar por internet tu libro?
    Andrea

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